Tolosaldea Jatetxea Ctra. N-1, Km. 432 - TOLOSA - Tf: 943 650 656
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omenté ayer que necesito publicar dos homenajes diarios durante 15 días si quiero cumplir la promesa de un homenaje por día durante el estado de alarma antes de que, previsiblemente, lo retiren el 9 de mayo, y lejos de cundir con el ejemplo, me voy hasta casi las 9 de la noche con la primera y única foto del día el primer día que tenía que haber empezado teóricamente a hacer doblete... y es que hay días que voy más retrasado con mis tareas que el Gobierno Vasco (o el español) con la Astra-Zeneca. Pero en fin, qué le vamos a hacer. Al menos ofrezco, rozando el larguero, el homenaje de hoy a esa caja de sorpresas que es el Restaurante Tolosaldea de Tolosa, una excepción en la regla de los restaurantes de gasolinera que habitualmente son, a día de hoy, insulsos y carentes de interés. Cada vez más nos acercamos al modelo americano y los restops son factorías de expender comida prefabricada, sandwiches sin gracia, bocatas de pan gomoso y café aguachinado. Tolosaldea, lejos de todo eso, es un espacio hostelero dirigido por gente con gran gusto y pasión gourmet que disfruta, tanto en su casa como en mil y una casas ajenas que gustan de visitar, de la gastronomía y la enología. Y eso, por supuesto, lo trasladan a la carta de su bar-restaurante donde podemos encontrar, para empezar, una de las más interesantes selecciones de vinos y sidras de toda la provincia, que ya es decir. En Tolosaldea, además, se cuida desde la planta de calle en la que durante las 24 horas del día se sirven pintxos, bocatas, raciones y platos combinados contundentes y generosos para calmar la gusa momentánea de gente con prisa o en busca de algo informal y rápido, hasta la planta primera en la que se sirve un menú del día espectacular, así como un cuidado menú especial y, en caso de ser concertado, cualquier tipo de plato o menú. Y es que el jefe de cocina, Raúl Gonzalo, que precisamente se ha reincorporado hoy tras una larga baja y a quien deseamos un feliz retorno a los fogones, se atreve con todo, todo todo. Tolosaldea es, como digo, un oasis culinario en el desierto del asfalto, y durante esta pandemia, además, le ha tocado jugar doblemente ese carácter de oasis, ya que ha tenido que cumplir la misión de permanecer abierto mientras otros cerraban debido a su condición de bar-restaurante de área de servicio. Esta circunstancia, lejos del chollo que algunos han atribuido a ese carácter excepcional, ha supuesto una situación agridulce para sus responsables, pues, sin negar que ha sido un privilegio hacer lo que toda la hostelería reclamaba poder hacer cuando injustamente la cerraron, que no era otra cosa que trabajar, el estar en marcha cuando otros sufrían el infierno del cierre obligatorio convirtió a este local en centro de envidias y comentarios completamente fuera de lugar mostrando lo más ruin del alma de algunas personas, excepciones a fin de cuentas, pero molestamente ruidosas, que en mi modesta opinión lo que tenían que haber hecho era callarse la puta boca y alegrarse de que a alguien, al menos, le dejen llevar a cabo su actividad. Pero no, siempre hay seguidores malintencionados del principio “mal de muchos, consuelo de tontos” que cuando están jodidos no se contentan si no están igualmente jodidos todos los demás. Y por si fuera poco el aguantar esas puñaladas traperas por parte de gente de su propio sector, los responsables de Tolosaldea han tenido que aguantar, durante los días del cierre de la hostelería, un auténtico acoso policial como si ellos fueran los culpables de que al haber un lugar abierto en el mar del cierre tabernario, éste atrajera como a las moscas a mucha gente que se buscaba la excusa más inverosímil para justificar su paradita en el bar. Como viene siendo habitual en esta epidemia, las fuerzas de seguridad, ya sean autonómicas, municipales, forales o foráneas, han incordiado más a quienes bastante tenían con capear el complicado trabajo que podían hacer con una clientela alterada, pretendiendo que encima hagan ellos la labor de policía, que a los infractores propiamente dichos. Ello sumado a que en estas situaciones apocalípticas en un lugar abierto recala lo mejor de cada casa y encima hay que ofrecerle parada fonda y sonrisa, ha hecho que la experiencia de la apertura en tiempos de cierre no haya sido, ni mucho menos, el paraíso laboral y económico que algunos le han atribuido, más al contrario, creo que no es una situación que estén deseando repetir. En cualquier caso, esto se supone que ha tocado fondo, que poco a poco irá recuperándose, y quienes durante esos duros días nos pudimos desplazar por carretera por motivos laborales, siempre agradeceremos al personal de Tolosaldea el haber estado ahí y haber sido nuestro bar de guardia en un tiempo en el que parar a tomar un café y un pintxo se convirtió en una especie de experiencia religiosa, una eucaristía hostelera que nos sabía, y nunca mejor dicho, a gloria bendita. (*) Texto publicado el 09-04-2021 Fotografía de Josema Azpeitia
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