Francisco Rodríguez Aguado
Prólogo
L
a fiesta de los toros es luz y color. Y valor y arte. Valor, de valentía, y valor, de valores. También, muchos conceptos más. En la teoría de los colores luz, el blanco se forma con la adición de los colores del espectro. Los primarios y secundarios. Para los que manejamos los colores pigmento, la teoría es opuesta. Nuestra suma de aquellos da como resultado el negro. Dicen que los impresionistas, los pintores de la luz, no utilizaban ese pigmento. Puede ser verdad. Lo que sí es rotundamente cierto es que los negros que pueblan un cuadro, si éstos se forman con mezclas de pigmentos primarios y secundarios, son negros llenos de matices. Desde azulados, fríos, hasta dorados o rojizos, cálidos. Esa es la enorme diferencia. En la fiesta de los toros, esa de la luz y el color, nada es blanco o negro, es decir no se llega a esa sensación por mezcla de sentimientos opuestos. Tiene un colorido variado e intenso. Pero también existen grises, tonos quebrados, con unos predominios muy diferentes. Creo que estos tonos son los que ha buscado y conseguido Francisco Rodríguez Aguado, autor del libro que tiene usted en las manos. Ha obtenido colores quebrados en las biografías de los toreros que aparecen en estas páginas. Porque, al igual que en los pigmentos, probablemente en estas biografías, nunca existió un negro absoluto. Un negro, negación de otros colores. Quizás existen muchas tendencias en las biografías y aunque pudiera aparecer en ellas un trazo negro, esté será muy cálido. Quién sabe si el final de una carrera, negro para él, pudo estar compuesto con el verde esperanza de alguna mujer que sufría al verlo torear. La literatura taurina está poblada de biografías de matadores. En obras de carácter enciclopédico y en diccionarios del siglo XIX, ya aparecen los principales toreros de la época y de trayectorias anteriores. Tuvieron todos su culminación en el trabajo que todos conocemos abreviadamente como
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