104
JAL-J
THE CITY NEWSPAPER
de los dirigentes sin alma; y siempre son los inocentes quienes pagan con sus vidas, tanta criminalidad inacabable.
El Rostro Amable de la Política
SAN JOSÉ, Costa Rica-(Especial para The City Newspaper) Es un hecho ineludible que todo tiene su lado agradable, aunque a veces nos parezca que no es así y la política lo tiene; en ese sentido, en Costa Rica algo extraño está sucediendo: ¡Ya no son los viejos políticos quienes llevan las riendas y el destino de este país! Por el contrario, ahora se trata de una nueva generación de abogados, médicos, maestros y personas sencillas, quienes han alcanzado los estamentos del gobierno y de la oposición. En lo personal, yo me siento tranquilo por ello. Y me siento sereno y complacido, porque, desde que tengo consciencia de que la política existe; es decir, desde la década de los años 60s, solo he visto a dos camarillas hacerse con el poder… defenestrarlo, hacer modificaciones antojadizas que redundaron en perjuicio de la nación y engañar a los ciudadanos con base en una retórica superflua, insustancial y plena de mentiras. Esto quiere decir que… todo lo malo que Costa Rica arrastra y padece en materia económica, social y política, se les debe a esos politicastros de la segunda mitad del Siglo XX, quienes atraparon a la administración pública y causaron graves daños a la realidad nacional. Los apellidos, en esas épocas, siempre eran los mismos (el nepotismo en su mayor amplitud y descaro), estaban distribuidos en los dos grandes partidos, la Unidad Socialcristiana y Liberación Nacional, y no permitían que figuras nuevas ascendieran ni se perfilaran hacia nuevas formaciones. De tal manera, Rodrigo Carazo y sus dos hijos; José Figueres y sus cuatro hijos; José Joaquín Trejos y sus hijos; los Altmann, los dos hermanos Oscar y Rodrigo Arias Sánchez, los Calderón Guardia y Fournier (y toda la familia de éstos desparramada en cargos diplomáticos y dentro de los sucesivos gobiernos); los Echeverría, Laura Chinchilla y su padre, el eterno Contralor de la República; los hermanos Araya Monge, etcétera, etcétera, etcétera. Se trataba de unos 100 individuos repartiéndose las cuotas del poder, en un partido político y en el otro. Y cuando no eran ministros, eran diputados, embajadores o seudo-analistas en la televisión costarricense y en los periódicos. Es decir, el ciudadano que no era amigo de ellos o era un trabajador sencillo, no podía acceder nunca a ningún gobierno futuro. Dichosamente eso se acabó. Y terminó por razones que bien podríamos calificar de “naturales”: por fallecimiento de los líderes de esos partidos (ciento por ciento negativos); envejecimiento o porque los políticos jóvenes de hoy, se percataron de lo nefastos que han sido y les cerraron el paso a nuevos cargos dentro de la función pública. Otros de esos viejos políticos se retiraron a gozar de sus pensiones de