CAPÍTULO 07
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RELIQUIA FAMILIAR Y PROMESA
Nada sucedió durante el viaje de cinco horas y todos llegamos sanos y salvos a la aldea, así que me sentí aliviado. Había una enorme estructura frente a nosotros: una antigua fortaleza. La aldea estaba rodeada por una elevada pared de piedras. Según los registros, se construyó hace tres siglos con el presupuesto nacional, debido a los graves dañados causados por las pestes. El motivo por el que contamos con una fortaleza tan estupenda no se registró; sin embargo, uno podía darse cuenta de que el Lord de aquel tiempo era un hombre de confianza. No obstante, luego de trescientos años, la edificación se había deteriorado bastante, a tal grado de que la mayoría de los fondos de la aldea eran destinados para su conservación. Luego de agradecer al reno por su trabajo, confirmé el estado de las mujeres sentadas atrás. —Hemos llegado. ¿Cómo se sienten? Sieg afirmó que se encontraba bien con mucha confianza. Miruporon se golpeó el pecho, gesticulando que estaba bien. —Ahora bien, hay un problema. —¿Qué pasa? —El guardia no está aquí. Frente a la puerta principal, hay un puesto para los guardias; sin embargo, las luces del edificio no estaban encendidas, por lo tanto, sin duda alguna no había nadie en su interior. Otra vez… Suspirando de esa forma, coloqué mis manos sobre el portón de metal. Les ordené que siempre mantuvieran la puerta cerrada, pero la abrí sin necesidad de hacer algo… qué dolor de cabeza. Jalando al reno junto con nosotros, entramos. Pasando el portón, había un corredor estrecho que conducía a un pasillo; pero, incluso allí, las barras de metal que ordené estuvieran abajo todo el tiempo se encontraban levantadas.
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