CAPÍTULO 16
% CONVIVENCIA
A medida que las noches polares se acercaban, la duración de la luz del sol también se acortaba. Durante esa época, paso el tiempo vendiendo la carne procesada y las pieles a los mercantes o haciendo más comida preservada. Usualmente conservo la comida en botellas. El proceso lo realizo en la mesa de trabajo exterior que se encuentra en la parte trasera de la casa. Se trata de un lugar donde puedo procesar a los animales salvajes resueltamente y con libertad gracias a que no es parte del santuario de Ruruporon. El curso de hoy será una botella de paté de hígado de perdiz blanca, el cual es un platillo de temporada. Limpié con cuidado la sangre y grasa de varios hígados, luego los mariné en leche para deshacerme del olor. A la mañana siguiente, puse en baño María los hígados con vegetales y salsa de soya; añadí especias, alcohol y huesos de ave en polvo para sazonarlo. Luego, dejé hervir la pasta hasta que toda la humedad se evaporara, después agregué mantequilla. Finalmente la coloqué en una bolsa de piel y lo machaqué con todas mis fuerzas. Una vez completado el paté de hígado de perdiz blanca se puede acompañar con pan o galletitas. Tras ponerlo en una botella esterilizada, lo sellé al vacío para hacer posible almacenarlo por largos periodos de tiempo. En cuanto terminé de elaborar el paté de hígado bajo el clima helado, Sieg regresó de ayudar a Miruporon en el bosque y se acercó para ver que estaba haciendo. —¿Qué hiciste? —Estaba procesando a las perdices blancas para que se conserven. ¿Te gusta el hígado? Escuché que a muchas mujeres no les agrada; no obstante, Sieg dijo que le encantaban. Así que recogí un poco del paté de hígado que acababa de hacer y lo coloqué sobre el dorso de la mano de mi esposa. Luego, Sieg lo llevó a su boca y lo probó. Acto seguido, dijo una sola palabra. —Delicioso. —¿En serio? —Ajá. Cocinas muy rico.
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