ReFleXIoneS de un cualQuIeRa
esta obra del periodista y político alberto ulloa cisneros (1862-1919) se publicó póstumamente en la ciudad de Buenos aires, en 1943. Su hijo, alberto ulloa Sotomayor, compilo y editó los artículos de opinión escritos por ulloa y publicados en el diario el tiempo a inicios del siglo XX con el seudónimo J. I.
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ADENDA
[ CAPÍTULO 4 ]
alBeRto ulloa cISneRoS.- Alberto Ulloa Cisneros nació en Lima el 15 de mayo de 1862. Fue hijo de José Casimiro Ulloa. Su madre fue hermana del poeta Luis Benjamín Cisneros y del gran orador político y forense Luciano Benjamín. Solo un año, el de 1878, estuvo en la Facultad de Letras. Desde marzo de 1880 actuó como secretario de su padre que era cirujano en jefe de los ejércitos de la defensa de Lima. En noviembre de aquel año recibió despachos de capitán temporal y enseguida se le incorporó a Estado Mayor del jefe supremo. Como oficial de órdenes tomó parte en la batalla de San Juan y luego se batió en los reductos de Miraflores. Sus impresiones de aquellos días han quedado escritas en el folleto Lo que yo vi. No debieron ser tan abrumadores las fallas y los errores de Piérola entonces, cuando hombre del temple moral de Ulloa lo acompañó a la sierra. En seguida, en la época de pobreza general que sobrevino, trabajó en la agricultura en Yungay y en Palpa. Al desterrar Iglesias a su padre, regresó a Lima y tomó parte en la sublevación de 1885, posesionándose el 1º de diciembre de la torre de San Francisco junto con un grupo de jóvenes al que perteneció Julián Guillermo Romero. Ingresó en 1888 en el servicio diplomático como secretario de la legación en el Ecuador y estuvo en Quito hasta 1891, y llegó a ser encargado de negocios. Adscrito al Ministerio de Relaciones Exteriores, ocupó el cargo de oficial mayor hasta febrero de 1393 en que fue nombrado ministro en Argentina y Uruguay. Allí permaneció hasta mayo de 1894. Gracias a su iniciativa y constancia fue creado el Archivo de Límites en 1896 y, justicieramente, se le dio su primera jefatura. Así fundó la organización documental de la defensa peruana en las cuestiones territoriales y de límites. Tanto el archivo del Ministerio como el Nacional como otros archivos públicos suministraron documentos básicos que luego sirvieron para los alegatos. Con Carlos A. Romero publicó entre 1898 y 1900 la valiosa Revista de Archivos y Bibliotecas. Oficial mayor del Ministerio nuevamente, de 1898 a 1901, en este último año recibió el nombramiento de ministro en Colombia. Su labor en Bogotá fue notable. Uno de los aspectos de ella estuvo reflejado en el descubrimiento y la publicación que hizo de los protocolos secretos chileno-colombianos Herbozo-Abadía Méndez; y el libro La Opinión colombiana y lo cuestión de Tacna y Arica (Lima 1905) en el que recogió el testimonio de destacadas personalidades de aquel país sobre este litigio. Después de un viaje a Europa, volvió a Lima en 1903 e inició su carrera de periodista. Asumió la dirección del diario El Tiempo del que era propietario asociado desde 1898. Entre los artículos que publicó allí estuvieron, en los años 1903,1904 y 1905, las “Reflexiones de un cualquiera" bajo el seudónimo de J. I, cuyo secreto guardó cuidadosamente. Ellas han sido editadas en un libro en 1943. La relación directa que cada una de estas crónicas tiene con las circunstancias inmediatas se explica fácilmente por la forma como fueron apareciendo. En su mayoría son de crítica política y social. El Tiempo estaba en la oposición contra los gobiernos que entonces sucedieron dentro de un admirable ambiente de paz: Candamo, Calderón, Pardo. Quien haga la historia de nuestros comienzos de siglo tiene aquí una indispensable documentación. Ulloa pertenece como un poco después La Jara, Cisneros, Gálvez, Tola y tantos otros a las generaciones mutiladas por su romántica lealtad a Piérola. El valor de las “Reflexiones” no es simplemente documental. Pertenecen ellas a una época en que la redacción del periódico ya no era una barricada como en los días turbulentos de antaño; pero todavía tenía mucho de cátedra y de tribunal. Hasta hace poco formaban ellas, en conjunto, una de las muchas joyas sin marca de fábrica que el diarismo peruano de otros días de producido, con trozos que son dignos de las antologías como un romancero anónimo. En este caso, no sin el trabajo de rechazar equivocadas interferencias, la piedad filial, al mismo tiempo que ha librado una batalla contra el olvido, ha hecho un servicio a las letras nacionales. Sin un propósito exhaustivo, tan solo como un esbozo o una incitación, van aquí algunas de las ideas que aparecen en las “Reflexiones de un cualquiera”.