desfilan. Pero el retrato, diseñado en innumerables rasgos, de Mariano H. Cornejo resulta estupendo. Ningún otro tan pintoresco, tan curioso, tan original. Dícese que Cornejo mismo animaba a Cisneros para que lo pusiera en sus “Ecos”. En la amable polémica que tuvieron Cisneros y José María de la Jara y Ureta en agosto de 1919, este escribió:”No te rías, Cisneritos. No te rías tú que, por lo visto, has decidido pasarte la vida riéndote de todo -no te rías sobre todo así, con ese reír de ahora que es muy distinto de otros reíres tuyos. Es como si dijéramos un reír nublado”. Y le aconsejó: “He aquí una obra tentadora para tu gran corazón; sacude un poco el púlpito empolvado, deja de reír, cálate la cogulla, súbete a ese púlpito y predica”. Cisneros entre las cosas que respondió, dijo: ”Gracias por tu invitación para que predique en el mismo púlpito desierto del futurismo, la cual es mucho más piadosa que la que me hizo una noche un mal tenor a quien increpé en el teatro su incompetencia, pidiéndome que subiera al escenario a dar, en su lugar, el do de pecho. Critico a los tenores pero no canto, hermano”. Parecía así Cisneros quererse parapetar en su escepticismo irónico. Pero no pasaron dos años y resultó envuelto en una campaña nacional que le costó la expropiación de su periódico y el destierro de largos años. Había subido al fin, al escenario y había querido dar el do de pecho. Hay mucho por hacer en la crítica de la literatura peruana. Y una de las tareas que falta es estudiar la significación literaria, política y cívica de Luis Fernán Cisneros. Verdad es que, después de 1931, dejó el periodismo y la política y que, cuando actuó, se consagró a la diplomacia (1).
loS cRonIStaS.- La popularidad de un diario tenía relación directa con sus editoriales, a veces de una columna o más. También con sus crónicas, sobre todo las de carácter político. Pero había, al mismo tiempo, otro tipo de crónica de carácter literario que el lector podía saborear tranquilamente. Solían juntarse allí algo del artículo de costumbres, del poema lírico, del cuento, de la crítica a autores y libros de la evocación sentimental. Con tales ingredientes surgieron, para perderse luego en la indiferencia y en el olvido, páginas de antología. Un gran maestro de la prosa de este tipo fue Enrique A. Carrillo, Cabotín. Una parte de sus colaboraciones publicadas en El Diario y La Patria (y también en la revista Actualidades) quedaron recopiladas en el libro Viendo pasar las cosas… Este volumen amable y sutil alude a personas, cosas, escenas y acontecimientos de Lima entre 1905 y 1914 (2). En 1921 Ezequiel Balarezo Pinillos, vastamente conocido por el seudónimo de Gastón Roger, reunió algunas de sus crónicas pertenecientes a la sección “La perspectiva diaria” de La Prensa y editó el libro La ciudad evocadora. Perteneciente a una generación posterior a la de Carrillo, Balarezo escribió con un estilo más nervioso y entrecortado y menos correcto y pulido. Se inició en el periodismo en 1910 en El País y fue luego redactor de El Diario, La Patria, El Comercio y La Prensa. Son innumerables los libros que podrían formarse con los artículos que los cronistas dejaron esparcidos en los diarios y en las revistas.
enRIQue a. caRRIllo (1877-1936)
el traductor y escritor enrique a. carrillo, apodado cabotín, fue uno de los más reconocidos cronistas de su época. de formación francesa, dedicó sus relatos a los hechos y sucesos de la capital. colaboró con los periódicos la patria y el diario, y con las revistas actualidades y colónida, publicó los libros Ápice (1905) y cartas de una turista (1930). Sus artículos fueron recopilados en el libro Viendo pasar las cosas...
(1) Interesa recordar, una vez más, lo que ocurrió al volver Cisneros del largo destierro que sufriera. Fue en 1931 durante el proceso
eleccionario. Cisneros abandonó sus ocupaciones en Buenos Aires para venir al Perú y hacer campaña a favor de la candidatura presidencial de José María de la Jara y Ureta, quien no pudo dejar su residencia en Brasil. En Lima, a lo largo de las calles, plazuelas y avenidas por las que atravesó lo recibió una inmensa muchedumbre hostil a los gritos del Apra y Cerro. Los dos grandes partidos que se disputaban con encono el apoyo popular habíanse unido por unos instantes, para hostilizar ferozmente al gran ciudadano, al gran escritor, al hombre meritísimo que volvió a la patria. Entre los gritos que proferían sus amigos para contrarrestar esta contramanifestación oyéronse muchos "Viva Piérola" (2) Carrillo intentó reanudar sus crónicas en Mundial durante el Oncenio. Interesante es también su novelita Cartas de una turista en la que describe la vida del aristocrático balneario de Chorrillos a principios de siglo, una prosa impresionista. Se trata de un documento sobre las costumbres en las relaciones entre hombres y mujeres. La protagonista casi se cree comprometida porque un galán ha tomado unos momentos un de sus manos en un paseo a burro.
[ CAPÍTULO 4 ] ADENDA
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