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ADENDA
[ CAPÍTULO 8 ]
[I] aVIeR pRado.- Cuando José Pardo dejó el rectorado de La Universidad de San Marcos para ser candidato a la presidencia de la República en 1915, lo reemplazó el decano de la Facultad de Letras Javier Prado. Al comenzar el año 1919 fue elegido rector titular. La juventud universitaria lo proclamó “Maestro de la Juventud” en 1917. Javier Prado, nacido en Lima el 3 de diciembre del 1871, había iniciado una orientación positivista en una tesis en la Facultad de Jurisprudencia. Su discurso sobre el estado social del Perú durante la dominación española señaló en 1894 el renacimiento de la historiografía peruana después de la guerra con Chile con una orientación igualmente positivista. Alcanzó gran notoriedad, desde muy joven, en el campo forense en actuaciones como la que tuvo el famoso proceso de Rojas y Cañas cuando, bajo el nombre de reapertura de la instancia, propuso una verdadera revisión del fallo que condenó al reo a la pena capital y en escritos como la monografía sobre la reforma del procedimiento ejecutivo que publicó en El Diario Judicial del 11 de setiembre de 1894. Repitió estos éxitos como abogado, por cierto, en la madurez. Hizo, por otra parte, aportes de tipo especulativo primero con su tesis escrita a los 20 años sobre la evolución de la idea filosófica en la historia (1891) y luego a través de la orientación renovadora neoidealista y, a la vez, amplia y ecléctica en la enseñanza de la cátedra de historia de la filosofía moderna en la Facultad de Letras. Contribuciones de carácter pedagógico fueron sus trabajos acerca de la educación nacional (1899) y sobre el problema de la enseñanza (1915). Al campo de los asuntos internacionales pertenecieron su folleto sobre la cuestión con Bolivia y su discurso sobre la nueva época y de los destinos históricos de Estados Unidos poco después que concluyera la primera guerra mundial (1919). Dentro del vasto ámbito de la historia de la literatura entró otro de sus discursos, el que versó sobre el genio de la lengua y sus caracteres en la historia intelectual del Perú (1918). Y su discurso sobre las nuevas orientaciones humanas ostentó el sentido de un mensaje a la juventud (1917). Javier Prado reunió, como luego Riva-Agüero, las condiciones del hombre capaz y culto con el señorío social, la holgura económica y la irradiación política dirigente. Muy joven fue catedrático prestigioso para compartir pronto la investidura universitaria con la función rectora en instituciones como el Ateneo (donde, en su condición de presidente, organizó conferencias, promovió el concurso que consagró a La epopeya del Morro de Chocano y fundó una revista). Entró, además, por una especie de gravitación natural, en la vida pública. Fue en plena juventud, ministro plenipotenciario, ministro de Estado en el ramo de Relaciones Exteriores con José Pardo y en el de Gobierno durante la presidencia de Leguía, jefe de Gabinete al lado de este, senador en 1912; y luego presidente del Partido Civil, director del movimiento de opinión pública a favor de las elecciones populares en 1914, precandidato a la presidencia de la República en 1915 y autor principal de la Constitución de 1920. Ejerció, además, como se ha visto, la profesión de abogado. se destacó como hombre de sociedad y negocios, se ocupó con cariñoso afán de su biblioteca particular, que fue acaso la mejor de Lima en su época y fundó un bellísimo museo con obras de arte prehispánicas, coloniales, republicanas, cuando no se tenía sospecha del interés que por ellas ha ido propagándose en tiempos recientes.