Francisco Rodríguez Aguado
donde sufrió una grave cogida que lo tuvo apartado de los ruedos. En 2015, en declaraciones a la revista “Aplausos” manifestó que “Mi última corrida ha sido en 2014. Toreé en una plaza portátil que se instaló en Córdoba y corté tres orejas”. Fueron las únicas corridas que toreó, porque tras cinco años en el escalafón de matadores de toros y no haber encontrado oportunidades para torear, fue lo que decidió al torero cordobés a cambiar el oro por la plata en 2017 e ingresar en el escalafón de los banderilleros.
Agudo Bretones, Joaquín “JOAQUÍN AGUDO”
Matador
de toros y posteriormente banderillero nacido en Baza (Granada), el 24 de noviembre de 1986. Sin antecedentes taurinos en su familia empezó a interesarse por el mundo taurino desde muy pequeño, asistiendo a las corridas feriales de su pueblo. El toreo se convirtió en su obsesión hasta tal punto de hacer de la finca “El Royo”, situada en el paraje conocido como La Rivera, propiedad del aficionado baztetano Romualdo Azor su cuartel general. Aquella finca, en la que había una punta de reses bravas se convirtió en el lugar donde se fraguaron todos sus sueños. Todos los días al salir de clase dejaba la mochila con los libros en su dormitorio que ya, por supuesto, no volvía a coger hasta al día siguiente para ir a clase. Y así un día tras otro y tarde tras tarde se pasaba las horas mirando embelesado las vacas tras la alambrada, hasta que un día el ganadero, extrañado de verlo todos los días en el mismo sitio lo llamó. Lo cuenta el propio torero: “...chico ven pacá...pensando yo ¿qué querrá el tío este? y me pregunta...¿qué haces ahí todas las tardes? Respondiéndole: pues viendo las vacas que quiero ser torero....” Y ahí empezó una bonita historia de amistad que dura hasta el día de hoy, y aún más que eso, porque D. Romualdo Azor se convirtió desde ese día en una persona clave en su carrera y en su vida, porque tanto él como su familia fueron como la suya propia. Todos los días después del colegio el ganadero lo recogía y juntos iban a la Rivera a echarle de comer al ganado, y cuando había corridas en Granada capital lo llevaba consigo, y desde su barrera le fue enseñando cuanto había que saber, llevándolo al terminar la corrida a tertulias de buenos aficionados de toros. Por aquella época, con tan solo once años aproximadamente ya tenía claro que su vida era el toro. También entonces conoció a otra persona clave en 31
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