Chicama y de Moche. Los trujillanos de Norte no fueron tan asiduos a los fumaderos, se conformaban con éter. En una ocasión César Vallejo «con la embriaguez del éter […] cogió un revólver y emproando el cañón del arma en la sien derecha rastrilló […] la bala no fue, desde luego, la que le debía tocar a César» (Espejo, 1989: 68). Del interés de Vallejo por el opio y los fumaderos él ha dejado constancia en un cuento que más parece que fuese un testimonio. Si lo que sigue se refiere al ambiente del fumadero, a continuación el narrador nos conduce a una trama cuando se jugaba con dados en ese mismo yinqué. sentíame todavía ebrio cuando vime ya solo, caminando sin rumbo por los barrios asiáticos de la ciudad… Quise entonces fumar. Necesitaba yo alivio para mi crisis nerviosa. Encaminéme al yinqué de Challe, que estaba cerca.//Con la cautela del caso llegué a la puerta. Paré el oído. Nada. Después de breve espera, dispúseme a retirarme de allí, cuando oí que alguien saltaba de la tarima y caminaba descalzo y precipitadamente de la habitación. Traté de aguaitar, a fin de saber si había allí algún camarada. Por la cerradura de la puerta alcancé a distinguir que Challe hacía luz, y sentábase con gran desplazamiento de malhumor delante de la lamparita de aceite, cuyo verdor patógeno soldóse en mustio semitono a la lámina facial del chino, soflamada de visible iracundia. Nadie más estaba allí (Vallejo, 1966: 5-6).
Creo que acercándose más a la producción literaria del grupo Norte podríamos hallar algunos detalles acerca de sus inquietudes bohemias y hasta dónde llegaban; parece que fueron menos osados que los colónidos; lo que es una lástima es que haya poca compilación de los escritos de este grupo, con escasas excepciones como lo que se ha hecho con los artículos de Antenor Orrego y, por supuesto, con la idolatría a César Vallejo. Nuestro gran poeta fue el único que llegó a Lima y se acercó y entabló amistad con los bohemios que no solo estuvieron alrededor de Colónida; esta revista fue solo un chispazo pasajero pero muy atractivo en el ambiente intelectual de la capital; los colónidos murieron de manera temprana según informó Federico More en una serie de artículos en Caretas, la llamó por eso la generación infortunada y repetía una frase que seguramente le era tranquilizadora: «los que mueren jóvenes han sido escogidos por los dioses».
14. El opio contemporáneo Ya pasadas algunas décadas del siglo xx entre gente de la colonia china ocurrió el consumo clandestino. Pero más allá de ella, con participación de algunos de sus miembros, hubo producción extensa del cultivo de amapola en haciendas norteñas serranas (cajamarquinas y piuranas, de las que hay información periodística) lejanas al control policíaco-estatal64. Un intelectual cajamarquino nos informó que el club principal del departamento se gestó a partir de la riqueza que se hizo con el sembrío de la adormidera y que él, siendo aún muy joven, entró a una de las casas de esos hacendados y vio que en64 En el género de la narración se conoce la obra de Luis Valera Villanueva, Opio, ambición, miseria, s/e, s/f (¿1960?) que se basa en hechos reales transcurridos en los años de la década de 1940. Palabras del autor son las que siguen: «Las acciones fueron concebidas basado en una verdad evidente: la de que en las sierras norteñas se hicieron grandes plantaciones de amapolas, lo cual no es un secreto para nadie».
la inevitable aparición y el consumo de opio
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