l 190
APÉNDICE GENERAL
[ CAPÍTULO 2 ]
[i] a aRiSTOcRacia.- Después de la Conquista española la clase aristocrática en el Perú (volvemos a repetirlo) estuvo formada por tres grupos: 1) los conquistadores y encomenderos y algunos de sus descendientes; 2) los miembros de la aristocracia peninsular que, en buena parte, llegaron dentro de la alta burocracia virreinal y se radicaron en el país; 3) el grupo de familias enriquecidas en el comercio o en la minería que recibió títulos y blasones, sobre todo en el siglo XVIII. La revolución de la independencia y las guerras que inmediatamente siguieron (1821-1845) crearon como un vacío social, cosa que no ocurrió en otro países como Chile donde hubo una esencial continuidad. La revolución en el Perú se escapó de las manos de la nobleza colonial. El militarismo, con parte de una clase media ilustrada perteneciente a algunos profesionales liberales (sobre todo, abogados y sacerdotes) y solo una pequeña fracción de la clase dirigente asumieron desordenadamente el comando del país. Los antiguos aristócratas se empobrecieron de modo notorio. La abolición de las vinculaciones laicales, sobre todo de los mayorazgos, contribuyó mucho a este proceso inexorable. Por lo demás, debajo de las turbulencias políticas se mantuvo el estatismo social. El dinero proveniente del guano comenzó a crear una nueva alta clase. El primer exponente visible de ella estuvo en quienes, entre los aspavientos de muchos, fueron beneficiados con la consolidación y la conversión de la deuda interna entre 1851 y 1853. La pingüe renta que el Estado disfrutó entonces permitió no solo estos pagos a los “consolidados” sino también los de la manumisión a partir de 1855. Así fueron surgiendo los capitales que empezaron a desarrollar la propiedad urbana y la agricultura de la costa. En el progreso de esta (después de largos años de estancamiento) fue un factor decisivo la mano de obra servil china. Pero el guano enriqueció además a algunos de los que comerciaban con este fertilizante. Después de 1860 empezaron los negocios de los consignatarios nacionales. Aparecieron también y se desarrollaron luego los bancos que intervenían en las operaciones de ellos. El algodón, que se sembró para la exportación en los días de la guerra civil en Estados Unidos, y el azúcar, dieron origen, al mismo tiempo, a otros enriquecidos. Estas fortunas basadas en la tierra no alcanzaron la prominencia política obtenida por los consignatarios. Contra ellos se inició una campaña enconada, que se convirtió en hecho oficial entre 1869 y 1872. La euforia económica y los grandes empréstitos de este mismo período, crearon, a su vez, a “nuevos ricos”. Por tan diversos conductos el país resultó dominado socialmente por una burguesía que, en parte, tenía sus raíces en negocios bursátiles y con el Estado y, en parte, en la agricultura que empezaba a orientarse hacia la exportación. Consignatarios reunidos y “juramentados” según la palabra de Gonzáles Prada para reaccionar contra Dreyfus, su competidor en ese negocio, banqueros cuyas emisiones excesivas de billetes contribuyeron a depreciarlo y cañaveleros dueños de coolíes formaron la más alta capa social en la década de los 1870. La depresión económica y la bancarrota fiscal diseñadas hacia 1872 agudizaron las virulencias políticas y les dieron un incipiente carácter de lucha social y fue en esta etapa en que se comenzó a emplear la palabra “oligarquía” equivalente a “argolla”. También hubo un tímido comienzo de desarrollo industrial.