jamás los provechos exclusivos o desmesurados de grupos minúsculos. Todo ello abre anchas perspectivas para la misión que el Derecho debe cumplir en el Perú futuro: una misión de fortalecimiento nacional, maduración cívica, autenticidad institucional, tecnificación del aparato estatal, elevación del nivel de vida, aumento de la productividad, progreso económico y justicia social.
lOS MiliTaReS
[ iii ] lOS inSTiTUTOS aRMadOS.- El ejército en el Perú impuso la independencia nacional. Pasó luego a formar la típica clase social republicana, un grupo dirigente heterogéneo y movedizo en una sociedad en trance de profundo reajuste estructural. Se convirtió en un rápido vehículo para el ascenso político y social de mestizos e indígenas. A través de Ramón Castilla, favoreció la supresión de los mayorazgos de la esclavitud y del tributo. Integrado por gente de todas las clases y de todas las regiones y con capacidad para llegar a todos los rincones del territorio, tuvo carácter auténticamente representativo nacional. Aunque se notó su proclividad hacia una burocracia con una posición de predominio dentro del Presupuesto, no fueron muchos los jefes que se enriquecieron con el guano; hubo, por el contrario, casos de probidad personal como la de los Gutiérrez en una época de despilfarro aunque se haya dicho lo contrario. Castilla, Salaverry, Gamarra no fueron latifundistas y quienes tenían tierras como Riva-Agüero, Orbegoso, Vivanco, Echenique, Diez Canseco, no las aumentaron mediante el poder político. El militarismo de la primera época republicana no participó directamente, pues, en el crecimiento del neolatifundismo, por lo demás, innegable en aquel período. Predominaron la improvisación y el empirismo; pero surgieron también tendencias técnicas sobre todo en la artillería que dio a los militares más profesionalización y en la marina. La lucha contra el militarismo en nombre de la civilidad, que habían auspiciado en vano los ideólogos liberales, fue iniciada en 1844 y en 1872 por los ricos, Y aunque nuevamente los hombres uniformados predominaron en la dirección del Estado durante los diez años que siguieron a la paz con Chile, la guerra civil de 1895 fue un golpe para el ejército profesional, derrotado por los montoneros. Pero la llegada de la Misión Francesa y la apertura de la Escuela Militar de Chorrillos, casi inmediatamente después, abrieron una nueva y promisora etapa para él. Al amparo de la paz pública afianzada de hecho entre 1895 y 1914, el ejército se “despolitizó”, fue dócil al poder civil y se dedicó a sus tareas profesionales. Por vez primera en su historia, se tecnificó e institucionalizó metódicamente. A los jefes de antaño, a veces pintorescos y ostentosos, con bravura y entusiasmo como cualidades dominantes dentro de su profesión, reemplazó con frecuencia el jefe sobrio, disciplinado, formado en una educación severa, casi espartana. La aristocracia, con muy contadas excepciones, desdeñó la carrera militar, a diferencia de lo que ocurriera después de la Emancipación, salvo en el eventual y fugaz entusiasmo de las maniobras de 1908 y con motivo del conflicto con el Ecuador. No faltaron las actitudes de desprecio al uniforme en una sociedad que pensaba, ante todo, en el enriquecimiento a través de los negocios, o por la influencia de algunas de las ideas europeas imperantes a principios del siglo XX. Pero la vocación castrense no quedó del todo arrinconada en la vida nacional por el conflicto pertinaz en el sur, el enmarañamiento de los demás problemas de límites y la necesidad, cada vez más apremiante, a partir de 1909, de mantener el orden público. En 1914, los dispersos grupos del Parlamento, momentáneamente unificados, llamaron al ejército a arbitrar el conflicto creado que los partidos no resolvían. Fue así aquél incitado y azuzado por los políticos para actuar en la vida pública. No ocurrió como después de 1822, que los caudillos militares se lanzaron a diputarse el poder ante el vacío dejado por la aristocracia nobiliaria. Los civiles que visitaron los cuarteles para buscar una solución a su crisis interna irreparable, tuvieron una actitud opuesta o antagónica a los que enarbolaron una bandera antimilitarista en 1844, 1872 y 1895. Surgió entonces, ante jefes y oficiales, el conflicto entre la obligación de obedecer a la
el siglo XX estuvo marcado por la fuerte influencia de los militares en la vida política del Perú. Tras la guerra de independencia, varios caudillos llegaron al poder, principalmente a través de golpes de estado que quebraron el orden constitucional. en esta imagen de inicios del siglo XX vemos a un grupo de soldados con fusiles al hombro desfilando por las calles de lima, frente al Palacio de Gobierno.
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APÉNDICE GENERAL
[ CAPÍTULO 2 ]