el clero en la Época de la independencia nacional, no solo Fue rico y nuMeroso sino eJerció una inFluencia proFunda en el paÍs, tanto la de carÁcter prÁctico e ÍntiMaMente liGado al pueblo a travÉs de las parroQuias, coMo la de tipo intelectual Gracias al ManeJo de la universidad y los coleGios.
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APÉNDICE GENERAL
[ CAPÍTULO 2 ]
Nacional de investigación Policial requiere también facilidades y elementos adecuados. Si, a veces, la institución policial en conjunto, como consecuencia de anómalas situaciones políticas, postergaciones, maltratos o menudas presiones ha parecido, en algunos de sus elementos, burocratizarse, o tener grandes o pequeñas corruptelas, o recaer en la arbitrariedad, otros de sus órganos son o pueden ser sanos; y la atención y la justicia que merece en conjunto han de tener una virtud terapéutica, preventiva y estimulante para grandes progresos institucionales con beneficios para el país.
[ iV ] el cleRO.- Un factor de suma importancia en la vida del país a fines del siglo XIX y comienzos del XX fue la escasez de vocaciones sacerdotales. Rubén Vargas Ugarte dedica buena parte de su opúsculo Un gravísimo problema nacional (Lima, 1948), a resaltar que, hasta mediados de la centuria pasada, no solo los aspirantes a las órdenes sagradas eran suficientes para atender a las necesidades de las parroquias y del culto sino que la clase sacerdotal era escogida y se distinguía tanto por el cumplimiento exacto de los deberes de su estado, como por su saber y virtudes: “Por desdicha (agrega) el alto nivel alcanzado por el clero en aquella época comenzó a descender con el advenimiento de la República y no influyó poco en su decaimiento el trastorno que en las ideas y aun en las costumbres trajo consigo el cambio de régimen”. Según sus datos, si en el Arzobispado de Lima en 1821 hubo 500 sacerdotes seculares, en 1912, no obstante el crecimiento de la capital, su cifra no pasaba de los 300. El Seminario de Santo Toribio que en 1820 albergaba de 70 a 80 jóvenes, contaba en 1920 solo 43; esta penuria era mayor en otras arquidiócesis. Entre los fenómenos que coadyuvaron a tan grave crisis pueden ser mencionados varios de distinto carácter. Hubo merma considerable en el patrimonio eclesiástico por la proliferación de leyes regalistas, exigüidad de la ayuda estatal, disminución de los aportes particulares a través de las funciones piadosas y de las contribuciones para gastos del culto. Se notó (hasta que ha surgido en los últimos tiempos una reacción) la desestima de la clase sacerdotal revelada en la escasa cantidad o la ausencia de miembros de la clase aristocrática y de la alta clase media en su seno. Surgió, asimismo, según reconoce Vargas Ugarte, una declinación en el fervor, el celo y la cultura del propio clero, deficiencia que está corrigiéndose en nuestros días. No ha dejado de influir, asimismo, la crisis en la familia cristiana tradicional. El clero en la época de la Independencia nacional, no solo fue rico y numeroso sino ejerció una influencia profunda en al país, tanto la de carácter práctico e íntimamente ligado al pueblo a través de las parroquias, como la del tipo intelectual gracias al manejo de la universidad y los colegios. Pero había dentro de él un grupo inquietante: el sector intelectual que, bajo el efecto de ideas regalistas, quería cortar la acción de la Iglesia en la vida civil y, al mismo tiempo, se manifestaba antagónico a la Compañía de Jesús y propicios para normas de disciplina interna, menor ostentación y anheloso de ponerse a la altura de los nuevos tiempos. Este sector heterodoxo del clero fue factor importante en el Congreso Constituyente de 1822; pero luego su actividad fue decayendo hasta extinguirse. Vigil señaló, por largos años, una continuación y una audaz intensificación de la misma tendencia; pero quedó solo y no halló discípulos en el mundo eclesiástico. A pesar de esta victoria del clero ultramontano, se produjo, desde mediados del siglo, una disminución de su influencia. Cuando Bartolomé Herrera dejó el Rectorado de San Carlos para entrar en la política en 1851 y luego ir a Roma como ministro en 1853, comenzó la laicalización de este prestigioso plantel, primero sumiso a la doctrina de la soberanía de la inteligencia, luego tímidamente ecléctico y después de 1855, ganado a las ideas liberales. No le quedó entonces al estado ecléctico más órgano importante de influencia educacional sobre las clases de dirigentes que Seminario de Santo Toribio que era también un colegio de segunda enseñanza y que tuvo una etapa de apogeo hasta 1870 más o menos. Pero, al irse definiendo