Francisco Rodríguez Aguado
como enfermera. Desgraciadamente, el torero falleció el 29 de diciembre siguiente. Sus compañeros, en solidaridad, organizaron dos festivales benéficos para aliviar la difícil situación en la que quedaba la familia. Ambos se celebraron en Jerez de la Frontera, el 1 de diciembre, uno por la mañana y el otro por la tarde.
Romero González, Blás “EL PLATANITO”
Matador de toros y posteriormente novillero y torero bufo por renunciar a su doctorado, nacido en Costuera (Badajoz), en 1945 aunque creció en un hospicio y en un correccional después, durante los primeros años de su vida. “Yo nací en Castuera, pero salí de allí muy chiquito. Éramos nueve hermanos; dos de ellos murieron. Me metieron primero en un hospicio en Badajoz. A los nueve años me presentaron a mi madre. Estuve con ella un tiempo, hasta que me metió en un correccional. Según he oído por ahí, me llevó porque no tenía medios, pero no lo entiendo. Sólo me metió a mí, que era el segundo de los hermanos. El correccional era peor que un campo de concentración. Estaba en Olivenza; lo llevaban unos frailes mercedarios. Nos daban muchos palos y no nos enseñaban a leer ni a escribir”. Cuando tenía quince años decidió recorrer mundo en busca de fortuna, y a fe que la encontró porque terminó siendo uno de los novilleros más populares del momento. Por esa época Luis Miguel Dominguín había comprado la carabanchelera plaza de toros de Vista Alegre, y a su hermano Domingo se le ocurrió organizar una serie de becerradas llamadas de la “Oportunidad” para todos aquellos maletillas que superaran una prueba de selección toreando unas vacas. Y allí estaba Blas en busca de su oportunidad: “Cogí el tren una noche y me metí en la perrera. Eché a dos o tres perros que había allí, y para Madrid”. Tenía solo diecisiete años y sin saberlo, lo estaba esperando la gloria:”No tenía carné de identidad”, y los hermanos “Dominguín” lo documentaron y le buscaron apodo: “lo de El Platanito me lo puse por mi padre, que por lo visto había tenido un almacén de plátanos”. Y de la noche a la mañana le cambió la vida por completo. Domingo Dominguín lo alojó en el hotel Victoria, en la plaza de Santa Ana, y le daba 1.000 pesetas por faena durante dos años. Fue un singularísimo diestro que en su época de novillero practicaba el toreo tremendista, que tan de moda estaba por aquel tiempo, cosechando grandes éxitos y cobrando grandes sumas para un novillero. En las famosas novilladas de 209
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