Capítulo Siete. La retroalimentación ideal puesta en práctica
En la actualidad se dispone de un acervo de trabajos de investigación bastante robusto y sólido, acumulado −sobre todo− durante las tres últimas décadas, en relación con el tema de la evaluación formativa y la retroalimentación, de modo que existen condiciones para poder plantear algunas ideas acerca de los requisitos, recursos y condiciones bajo las cuales, idealmente, se puede llevar a cabo el proceso de retroalimentación para que resulte efectivo. Una primera pregunta que surge es, ¿qué hace un buen profesor para proporcionar retroalimentación a un estudiante? A lo largo de esta obra ya hemos visto que el proceso de retroalimentación implica un acto de comunicación, el cual es (inicialmente, al menos) del docente hacia el alumno. Esta es la situación más común. Está claro que la comunicación no ocurre entre iguales, por lo que la desigualdad en esta relación debe ser reconocida como parte de una comprensión de lo que hace que la comunicación sea efectiva. Se requiere analizar tanto lo que hace el profesor para proporcionar retroalimentación a un estudiante, como lo que aporta a los episodios de evaluación para hacer posible esa actividad. Según Sadler (1998), existen tres elementos que conforman un acto típico de retroalimentación del docente, a saber: 1) El profesor debe atender la producción del estudiante.
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