Tiburcio Moreno Olivos
desarrolla la capacidad de autorregular el desempeño en tareas futuras (Carless et al. 2011, 3). En definitiva, la retroalimentación lo que pretende es asegurar y promover un aprendizaje de calidad, en tanto que: La evaluación para el aprendizaje es cualquier evaluación que tiene como primera prioridad en su diseño y en su práctica, servir al propósito de promover el aprendizaje de los estudiantes. Por lo tanto, difiere de la evaluación que se elabora principalmente para servir a los propósitos de rendición de cuentas, clasificación, o acreditación de competencias. Una actividad de evaluación puede contribuir al aprendizaje si proporciona información que los profesores y los estudiantes puedan usar como retroalimentación para evaluarse a sí mismos y a otros, y para modificar las actividades de enseñanza y aprendizaje en las que participan. Dicha evaluación se convierte en “evaluación formativa” cuando la evidencia es utilizada efectivamente para adaptar la enseñanza de modo que responda mejor a las necesidades de aprendizaje de los estudiantes (Moreno Olivos 2016, 31-32).
Principios para una práctica efectiva de retroalimentación Aunque Shute (2008) argumenta que no hay una respuesta simple sobre qué tipo de retroalimentación funciona, y Nelson y Schunn afirman que “no hay un acuerdo general con respecto a qué tipo de retroalimentación es más útil y por qué es útil” (2009, 375), los principios de una práctica efectiva de retroalimentación son claros y bien conocidos. Existe evidencia significativa y creciente de lo que se considera valioso; también hay un acuerdo general sobre la importancia de los diseños de retroalimentación de evaluación holística e iterativa basados en principios socio-constructivistas (Boud 2000; Juwah et al. 2004; Knight y Yorke 2003), aunque Nicol (2009) refiere que tales diseños limitan las inferencias que se pueden hacer con respecto a lo que exactamente ha causado el efecto de aprendizaje.
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