La minería en el Perú en la época colonial tardía, 1700-1824 | 107
cada provincia con asientos de minas. El trámite significaba una barrera de entrada a la actividad empresarial, puesto que para ingresar en la “matrícula” era indispensable estar inmerso en redes sociales que facilitasen la conexión con el corregidor y con las autoridades de la Real Hacienda que debían aprobar al nuevo minero. El ingreso a la “matrícula de mineros del reino” abría las puertas a la concesión de mitayos en los campamentos que tuvieran derecho a este subsidio. Asimismo, facilitaba el acceso a recursos escasos como el agua y los bosques (de estos últimos se tomaba madera para el entibado de los socavones y la leña para los hornos) y permitía el aprovisionamiento puntual de azogue y, eventualmente, de otros insumos mineros, con precios protegidos y con un sistema de crédito “blando” (virtualmente no se cobraba intereses y existía, en cambio, la posibilidad de que el préstamo fuera finalmente condonado o pudiera ser pagado con sumo retraso). Pertenecer a la matrícula de mineros del reino pasó a convertirse, entonces, en algo que brindaba una renta. Los trabajadores indígenas, el azogue, los artículos de fierro, el agua y la madera podían arrendarse o revenderse a quienes no pertenecieran a la dichosa matrícula. Cuando esto ocurría, se producía una pérdida de eficiencia de los subsidios, ya que terminaban enriqueciendo a unos privilegiados, en vez de apoyar a los productores mineros para un incremento de la cantidad de plata. Aunque las autoridades virreinales percibieron estos problemas les fue difícil enfrentar la situación y dar paso a una reforma que depurase el modelo de sus depredadores. El historiador español Ignacio González Casasnovas realizó un estudio detenido de la cuestión de la mita minera, que ilustró bien lo complicado que era desmontar un sistema alrededor del cual había intereses poderosos y múltiples beneficiarios. Los corregidores y caciques indios negociaban la selección de los indígenas que cumplirían la mita y, junto con los mineros y azogueros, hacían lo propio para determinar su asignación (ya que los mitayos nunca llegaban completos) y quiénes se quedarían con aquellos reputados como los de más arreglado desempeño laboral. El trabajo indígena, siendo un bien escaso en la economía, no se conseguía por mecanismos de mercado, sino por mediaciones políticas, esencialmente controladas por las autoridades y por quienes podían obrar como intermediarios entre la sociedad indígena y la española.
II. Los niveles y ciclos de la producción minera A diferencia de la situación inicial, hacia el final del siglo XVIII, el sector minero mostraba unas estadísticas robustas de producción; al menos en cuanto al volumen de producción. El principal producto de la minería del virreinato seguía siendo la plata, como llevamos ya dicho. El siguiente cuadro —así como el gráfico que lo acompaña— muestra la evolución de las cifras de producción