142 | Carlos Contreras Carranza
además, carecían de una disciplina laboral “moderna” (como respetar un horario de trabajo o los días establecidos, las normas de seguridad o de respeto a la propiedad de la empresa) y la amenaza del “despido” no era posible para el empresario. Por el contrario, este debía tolerar robos sistemáticos de mineral, impuntualidad y poca contracción al trabajo por parte de los peones. Los robos de mineral dejaron de ser tales, puesto que en la práctica los empresarios mineros aceptaron que una parte importante de la remuneración del trabajador fuesen minerales o “plata en piedra”: tanto como el operario pudiese cargar consigo al final de la jornada. Por supuesto que cuando el operario daba con una muestra de mineral muy rico, no lo entregaba al patrón, sino que lo reservaba para su hora de salida. Los minerales así conseguidos por los operarios podían ser vendidos a los refinadores, aunque más frecuentemente alimentaban el circuito de la pequeña producción metalúrgica artesanal; eran molidos en trapiches o quimbaletes y refinados por fundición o utilizando azogue. Si bien tanto los empresarios mineros como las autoridades coloniales entendieron que esta minería popular debía ser erradicada, por ser una vía para la plata de contrabando que disminuía las ganancias, no pudieron lidiar contra ella y se resignaron a su existencia. Su único consuelo fue tratar de limitarla a ciertos momentos (por ejemplo, los días domingos) y tratar de recuperar los minerales ofreciendo buenos precios a los trabajadores. El método de remuneración, no con salario sino con bienes y, sobre todo, con una parte del mineral extraído, no fue tanto una imposición de los empresarios, cuanto una demanda de los trabajadores. Para los empresarios era también una manera de repartir con el trabajador los riesgos de la empresa y evitarse el adelanto de capital, pero la preferencia de los trabajadores por esa forma de remuneración vendría a expresar lo que la historia social llamó “resistencia a la proletarización”. En la cultura precapitalista, los trabajadores se habrían resistido a ser solamente ello: mano de obra; y reclamaban su derecho a retener parte de lo que habían producido con sus manos, incluso aunque económicamente les fuera más conveniente el salario. Era una forma de defenderse de la “alienación” de su trabajo.
VIII. Los intentos de cambio técnico Otro aspecto que manifestó progresos importantes en el siglo XVIII fue el referido a las técnicas mineras y metalúrgicas. La imagen sobre este renglón de la historia de la minería ha dependido mucho de lo ocurrido con la expedición dirigida por el Barón de Nordenflicht entre 1789 y 1810. Como se considera que esta fracasó, tiende a pensarse que todo el asunto tecnológico lo hizo. Varias cosas deben aclararse en este punto: de un lado, antes del arribo de la misión, habían tenido lugar varios avances técnicos importantes; de otro, la