174 | Francisco Quiroz
II. La producción industrial en la ciudad y el campo La producción industrial artesanal y manufacturera surgió tanto en las ciudades, villas y pueblos, como en las haciendas y plantaciones; tanto en la costa como en la sierra. Varios fueron los factores que incidieron de manera favorable o negativa en este fenómeno. Uno de ellos fue el estatuto colonial del país; otro, el acceso a las materias primas e insumos de la industria; y un tercer factor fue el carácter rentista de los sectores sociales pudientes. La producción local dependió de la política mercantil metropolitana que, a veces, dejaba fragmentos de mercado disponibles para la producción local, mientras que otras veces saturaban partes importantes del mercado colonial, con lo cual restringía y hasta anulaba las posibilidades de crecimiento de la industria local. La minería colonial produjo casi exclusivamente metales preciosos y, debido a esta especialización, trabajaba solamente con metales importados o de segundo uso (fierro viejo o chafalonía). En cuanto a los textiles, lo más significativo fue la separación entre la producción rural (obra tosca de obrajes y chorrillos, destinada a la población de escasos recursos) y la urbana (obra fina concurrente con la importada); sin embargo, el obraje o fábrica de grandes dimensiones de textiles y otras industrias no fue totalmente ajeno a la ciudad, por lo que no es del todo acertada la diferenciación de la producción en México y en el Perú como urbana una y rural la otra.9 La producción urbana dependió del internamiento de materias primas y productos semielaborados desde el exterior y el campo. En contraste, la industria rural estuvo muy estrechamente ligada a la producción agropecuaria local e, inclusive, buena parte se desarrolló en el interior de haciendas y estancias ganaderas. Desde un comienzo, la producción rural fue el sustento de la producción transformadora urbana en la molienda, panificación, mantequería, camales y curtiembres, pero no en los textiles, pues el algodón fue erradicado de los valles de la costa central. De esta manera, se restringió la posibilidad de surgimiento de una actividad industrial textil en ciudades grandes como Lima. En las ciudades de la costa, más bien, se usaban materias primas y productos semiacabados que llegaban a través del comercio ultramarino: la llamada genéricamente “ropa de Castilla”, seda, raso, ruán, bretañas, sayales, lona, lienzos, mercería, etc., así como también artículos semielaborados como jarcia, sogas, pita floja, cordones, hilo de zapatero, hilo de cardar, hilo de acarreto, pabilo, catres para calesas, camas y rayos para carruajes, añil centroamericano o polvos azules. El tabaco procedía de Saña, Guayaquil y Jaén de Bracamoros. Así también, para la elaboración de dulces y conservas, llegaban en abundancia 9.
Sobre la industria mexicana, véase Salvucci 1992 y Miño Grijalva 1993.