176 | Francisco Quiroz
También es importante señalar que, al igual que los centros mineros, las industrias rurales y urbanas conformaron polos dinamizadores de la producción y de movilización de personas y mercaderías. Las haciendas ganaderas con obrajes, las haciendas con trapiches y alambiques, las ciudades y villas con industrias transformadoras diversas requerían de mano de obra permanente y estacional, de una gran cantidad de productos para su aprovisionamiento y materias primas e insumos, todo lo cual ocasionaba un efecto de arrastre o multiplicador, favorable para la economía local y regional. El empresario colonial fue más rentista que un agente económico dotado de un espíritu industrial moderno, lo que influyó en el desenvolvimiento de la industria peruana colonial tanto en el campo como en la ciudad. Los grupos sociales influyentes económica y políticamente no se plantearon desarrollar la producción en las ciudades, aunque la diversidad de sus intereses condujo a un cierto grado de desarrollo. En efecto, en esta actividad estuvieron interesadas personas de muy diversos sectores sociales: hacendados y estancieros productores de materias primas (trigo, tabaco, cacao, lana, cueros, sebo, ganado), funcionarios y comerciantes importadores de materias primas y exportadores de productos acabados hacia las provincias. Todos ellos pretendían colocar recursos económicos inactivos para obtener o incrementar sus rentas.
III. Artesanías y manufacturas Tanto en la ciudad como en el campo, la producción artesanal convivía con la manufacturera, compitiendo y complementándose mutuamente. Antes que los resultados de la Revolución industrial empezaran a hacerse notar desde la segunda mitad del siglo XVIII, no había una gran diferencia en la base productiva de Europa y América, dado que ambas se fundaban en la producción artesanal y manufacturera. Fue a partir de esta época —cuando la producción de determinados lugares de Europa ingresó de manera firme al proceso de industrialización moderna— que se inició la diferenciación.12 El artesano era, en lo fundamental, un pequeño productor independiente que participaba de manera directa en la elaboración de sus obras, con la asistencia de unos pocos ayudantes a quienes remuneraba tanto en servicios y especies como en dinero. Este pequeño productor posiblemente mantuvo niveles de producción muy bajos con una tecnología rudimentaria, lo que no significaba un problema, pues trabajaba para un mercado mayormente conocido (a pedido de clientes). La participación del maestro brindaba a su obra un sello o “marca” personal y era la garantía de calidad que exigía el cliente. Por lo regular, el taller 12. Véase Parain 1972 y Hilton 1977.