Industria urbana y rural en el Perú colonial tardío | 183
a su trapiche y calera. Los jesuitas tenían cuatro trapiches en Lima: Bocanegra, San Juan, Villa y San Tadeo; mientras que los dominicos poseían la hacienda cañera de Santa Cruz.24
3. Industria textil En el Perú colonial primó la producción de textiles de lana de oveja y, en menor escala, de alpaca en la sierra y, de manera menos constante, la producción de telas de algodón en ciudades bajo un régimen artesanal y doméstico, pues los intentos de fundar fábricas textiles de algodón, lino y cáñamo fracasaron. La seda y, luego, el algodón fueron prácticamente erradicados de la costa central, mientras que el algodón de la costa norte sirvió principalmente para abastecer la producción textil de Cuenca. Los sederos de las ciudades costeñas trabajaban con seda proveniente del tráfico con España y las islas Filipinas hasta inicios del siglo XVI, cuando se suprimió esta producción que, al parecer, cobraba gran importancia. La industria textil consistía en numerosas operaciones técnicas que se realizaban en las grandes unidades con una compleja división del trabajo o en pequeñas unidades especializadas. La tecnología aplicada se estableció en el siglo XVI y se perfeccionó y adaptó a las condiciones locales, conforme el sistema económico colonial se consolidaba. Entre las principales operaciones, se encontraba el manejo del batán, la carda (limpieza del pelo de los paños con un cardón), la tintura y fijación de colores de telas y muchas otras operaciones necesarias para la preparación de las telas y los productos semiacabados (maquipuskas o hilados, ropa en jerga o tejido en bruto). Toda esta producción tenía lugar tanto en obrajes y chorrillos rurales, como en talleres urbanos de la sierra y de la costa. La producción textil era compleja tanto en sus operaciones como en los vínculos que establecía con la economía local y regional. Para empezar, las unidades de producción se relacionaban entre sí en distintas fases del proceso productivo, pero también con muy diversas entidades productivas y comerciales, en una geografía tan amplia que creaba redes estables que podían unir económicamente a zonas muy apartadas. Pese a la vinculación de los obrajes y chorrillos con las haciendas donde funcionaban y que les proporcionaban parte de la materia prima y la alimentación de la población trabajadora permanente y eventual, las unidades productivas textiles serranas adquirieron y vendieron materias primas, insumos y productos semielaborados a otras unidades que podían ubicarse a grandes distancias. Un buen ejemplo es la leña para los hornos 24. Cushner 1980: 123; Vegas de Cáceres 1996: 97-97 y anexo 10 en p. 227.