Industria urbana y rural en el Perú colonial tardío | 197
perjudicaban a los productores o proveedores de materias primas que, de un momento a otro, quedaban marginados de estas redes. Un caso en el cual los productores organizaron su producción a través del reparto de tareas y materias primas es el de cuatro curtidores limeños en la primera parte del siglo XVIII, quienes repartían pellejos de cabra adquiridos en los camales de la ciudad a un grupo de 15 negros, entre libres y esclavos, para la confección de colchones. La denuncia provino de Antonio de los Santos, asentista del carguío de azogue de Huancavelica, quien pretendía asumir el negocio con sus propios esclavos. En febrero de 1731, el Gobierno dio la razón al influyente asentista.48 Algo similar y en el mismo año sucedió con la producción de manteca, cuando el Gobierno impidió que 108 negros y negras de Lima y el Callao produjesen manteca como agentes de los hacendados de Chancay: don Jerónimo de Boza y Solís, marqués de Casa Boza, del orden de Santiago, con haciendas en Aucayama; y don José Félix Vázquez de Velasco, caballero de Calatrava.49
3. Las fábricas El siglo XVIII fue testigo de numerosos intentos por fundar fábricas privilegiadas, protegidas por favores políticos. Empero, la Corona española tenía otros planes para sus colonias con las prohibiciones y, en todo caso, la creación de empresas comerciales monopolistas para el comercio de América y estancos estatales de diversos productos. Interesa a este estudio el estanco del tabaco, por haber servido de organizador de la producción domiciliaria de cigarros y limpiones. Entre 1780 y 1791, se establecieron dos fábricas de cigarros (Trujillo y Lima) que fueron, sin duda, las mayores en tiempos coloniales. El estanco se estableció en 1752, como monopolio para la venta del tabaco en polvo con miras a incentivar la producción de tabaco en el Perú;50 sin embargo, contrariamente a los planes metropolitanos, la 48. Quiroz 2008: 64-65. 49. Ibídem: 65-66. 50. La medida se extendió al tabaco en rama y hoja en 1753 en todo el país y se ratificó en 1756. Ya en 1751 se mandó requisar todas las existencias en manos particulares y se reunieron 414.881 libras de tabaco por un valor de 263.530 pesos. La medida no provocó protestas abiertas, como sí se produjeron en Cuba y otros lugares, pero de todas maneras generó desconfianza entre productores agrícolas y comerciantes, al punto que dos años más tarde se llegó a reunir tabaco tan solo por un valor de 98.063 pesos. Entre 1767 y 1774, la administración concentrada en Lima corrió a cargo de Miguel Feijóo de Sosa; en 1777, de Alfonso Santa y Ortega; entre 1779 y 1791, de José de la Riva Agüero (llegado de manera especial desde un cargo similar en México); y en 1791, de Miguel de Otermín, a quien la Corona destituyó por los magros resultados del estanco. Véase Fuentes 1859, IV: 238-250 y 327; Olivera Oré 1970; y Escobar Gamboa 1973.