202 | Francisco Quiroz
1. Propietarios Tan variados como las mismas actividades que ejercían o promovían fueron los propietarios de los negocios industriales del Perú colonial: iban desde pequeños productores dueños de un taller urbano de dimensiones minúsculas hasta grandes señores que dedicaban recursos “libres” a una actividad productiva sin participar de manera directa en ella, pasando por todos los tipos de personajes intermedios entre ambos extremos. Gracias a los trabajos sobre los obrajes, se conoce que estas actividades correspondían a prominentes personajes de gran influencia política, económica y social de sus regiones. Los curacas del valle del Mantaro, por ejemplo, controlaban de manera directa los obrajes en esa importante zona abastecedora de Lima y del centro minero de Cerro de Pasco.59 De la misma forma, los encomenderos de Huánuco, fundadores de obrajes en esa zona también abastecedora de Cerro de Pasco, fueron sustituidos en estas funciones por grupos emergentes, compuestos por comerciantes y nuevos terratenientes.60 El caso de Huamanga es similar a los mencionados. Los primeros obrajeros fueron grandes encomenderos de Vilcashuamán (en particular, Antonio de Oré, en Canaria y Chincheros), quienes aprovecharon la concentración de mano de obra y de materia prima para establecer una industria textil de ciertas dimensiones; sin embargo, el modelo llegó a su límite en la segunda mitad del siglo XVII, cuando la expansión productiva exigía mayores inversiones de capital y mayor afluencia de trabajadores. De esta tarea, se encargaron nuevos personajes, verdaderos emprendedores que mantuvieron altos niveles productivos hasta la segunda mitad del siglo XVIII, cuando burócratas y advenedizos se apoderaron de los obrajes huamanguinos (Cacamarca y Chincheros).61 Neus Escandell-Tur ha recogido información prosopográfica de las familias dueñas de 16 de los obrajes más importantes del Cuzco en el siglo XVIII y, en particular, de tres personajes o grupos familiares principales (los marqueses de San Lorenzo de Valleumbroso, Juan Antonio Ugarte y Sebastián José de Ocampo). La solidez de las familias propietarias permite entender la estabilidad de los obrajes cuzqueños y que la propiedad de estos estuviera en manos de las mismas familias. Así pues, los obrajes estuvieron en actividad unos 140 años y, en promedio, estuvieron unos 85 años en manos de una misma familia. Hubo obrajes que sobrepasaron los 200 años de actividad (Lucre y Huaro) y chorrillos de casi un siglo de actividad (Santa Rosa de Unca). La autora muestra que, ya 59. Hurtado Ames 2006. 60. León Gómez 2002. 61. Salas 1998, I: 60-72 y 91-108.