El comercio colonial en el siglo XVIII | 271
1817, quedó totalmente desarticulado, como lo evidencian los registros de Aduana del Callao.
4. Consecuencias mercantiles de la invasión napoleónica Durante la segunda etapa del comercio neutral, de 1808 a 1810, se produjo la invasión de Napoleón a España y la inversión de las alianzas, dado que Inglaterra pasó a ser aliada de España en su lucha contra la Francia revolucionaria. En este contexto, la libertad del comercio llegó a ser prácticamente total, de forma que la mayoría de los puertos americanos pudo comerciar libremente con los buques extranjeros; sin embargo, el Perú siempre fue reticente a la llegada de estas embarcaciones. Al igual que lo habían hecho los anteriores virreyes, Abascal fue un acérrimo defensor del monopolio y no permitió el arribo de embarcaciones neutrales. En una ocasión, en 1809, llegó al Callao la fragata inglesa “Higginson”, procedente de Río de Janeiro, con un rico cargamento de mercancías. Dicha fragata contaba con un pasaporte promovido por la princesa Carlota Joaquina (esposa del rey de Portugal y hermana de Fernando VII), en el que se estipulaba el permiso de comerciar toda clase de efectos y mercancías en los puertos del Perú y Chile, además de extraer de ellos libremente oro, plata y demás producciones y frutos. A esta petición se agregaba que debían solicitar al virrey y autoridades competentes “toda la protección y auxilio de acuerdo con el tratado de paz que las Juntas de España habían concluido con el gobierno británico con motivo de las usurpaciones llevadas a cabo por el enemigo común Napoleón”; sin embargo, el virrey Abascal no estaba en modo alguno interesado en dar apoyo a esta negociación. Se reunió con el Arzobispo y el Ayuntamiento y acordaron que no había lugar a la gracia solicitada, dado que se oponía a las Leyes de Indias que prohibían el comercio con extranjeros, aunque fueran amigos y aliados. El tratado de paz, firmado en 1809 entre ambos países, establecía en el artículo 3 “que ni las autoridades aún de la misma familia real podrían hacer lícita la infracción de las leyes”. No obstante, el sobrecargo de la fragata insistió y ofreció un donativo de 60 mil duros, el cual fue rechazado por las autoridades. Pero la fragata quedó rezagada en el puerto y, ante la solicitud de hacer algunos arreglos, se le prestaron los auxilios necesarios y, con el pretexto de que no tenían dinero y que el virrey no les había permitido vender nada de sus efectos, se fueron sin pagar.119
119. Expediente enviado al virrey del Perú por Esteban Fernández de León, 25 de octubre de 1807, en AGI, Lima, 1474.