338 | Ramiro Alberto Flores Guzmán
Desde la década de 1770, se produjo una expansión de la producción de plata como resultado del descubrimiento de nuevos reales de minas (especialmente, la mina de Hualgayoc que se convertiría en la segunda mina en importancia del virreinato), la gran provisión de azogue barato procedente de Almadén y la inversión de grandes capitales para la apertura de nuevos socavones (como los de San Judas y Yanacancha, en Pasco). Estos factores explicarían en gran medida el crecimiento sustancial en los ingresos fiscales, producto de las imposiciones a la actividad minera.71 Si bien las cifras de recaudación de las cajas reales reflejan bastante bien la producción minera en todo el virreinato, no es una buena fuente para determinar las tendencias a escala regional, debido en gran parte a la forma como los mineros registraban sus metales preciosos. Dado que los empresarios tenían libertad para pagar sus impuestos a la explotación de metales preciosos en cualquier caja real, era muy común que eligieran realizar el abono en lugares muy alejados a su centro de producción. Así, por ejemplo, los mineros de Huantajaya (Tarapacá) o Lucanas (Huamanga) registraban sus piñas de plata en la caja real de Lima, mientras los de Puno hacían lo propio en la caja de Arequipa y los de Conchucos (intendencia de Lima) se dirigían a la caja de Trujillo. Por más que parezca irrazonable, esta práctica no era arbitraria, sino que estaba condicionada a las estrategias de financiamiento de cada minero. En efecto, algunos no esperaban a que los habilitadores llegaran a su mina, sino que iban a las grandes ciudades a buscar capital y aprovechaban la ocasión para registrar sus piñas de plata. De esta forma, los metales preciosos empezaron a moverse dentro de circuitos económicos que excedían los límites del espacio regional.
2. Los impuestos al comercio Las principales contribuciones del comercio eran los “reales derechos” que incluían a la alcabala, el almojarifazgo y la avería. La alcabala era un impuesto indirecto ad valórem que gravaba las ventas de todo tipo de bienes y era, de lejos, la contribución fiscal más importante en el rubro comercial. Existían varios tipos de alcabalas, según el origen del producto o el sujeto que realizaba la venta: alcabala de Castilla (mercaderías importadas), de la tierra (bienes locales), de viento (sobre productos vendidos por mercaderes foráneos), de cabezón (mercaderías vendidas por gremios), de reventa (productos reexpedidos al interior), de tarifa (ventas hechas a través del reparto de mercancías). Inicialmente, la alcabala fue establecida en 2%, porcentaje al que se debía añadir un 2% por el impuesto
71. Véase Contreras 1995; Fisher 1977; Flores 2007.