Fiscalidad y gastos de gobierno en el Perú borbónico | 369
El Gobierno también libró importantes sumas de dinero en calidad de intereses, como retribución a los depósitos efectuados por particulares en las arcas del Estado. Esta forma de crédito tradicional dio origen al ramo de Censos, oficina que se encargaba de gestionar el pago de los réditos de la deuda pública. El mecanismo de los censos era bastante sencillo: cualquier persona o corporación podía depositar una suma de dinero en las cajas reales (imposición de censo), para recibir a cambio un interés fijo anual. Estas imposiciones estaban destinadas al mantenimiento de alguna persona o institución que recibía los réditos por muchos años, ya que los censos no eran redimibles. Los mayores montos entregados en calidad de censo fueron realizados por individuos pudientes o instituciones religiosas, tales como monasterios (del Carmen Alto, de la Concepción, de la Encarnación, de la Santísima Trinidad, de las Descalzas, de Santa Catalina, de Santa Clara, del Prado), conventos (de la Merced, de la orden betlemita, de la Recoleta de Betlem, de la Recoleta de Magdalena, de San Francisco del pueblo de la Magdalena), hospitales (de la Caridad, de los Niños Huérfanos, de San Andrés y de Santa Ana), cofradías (de la Esclavitud del Santísimo Sacramento, de las Benditas Ánimas, del Santísimo Sacramento) y colegios (de la Caridad y de Santo Toribio). El interés usual para los censos fue establecido en 5% anual, aunque esta tasa fue rebajada a un 4% a fines del siglo XVIII, debido a la estrechez financiera del régimen.
Conclusiones La reforma fiscal borbónica fue un proceso de cambio burocrático, cuya implementación y vigencia abarcó un siglo entero (entre la llegada del virrey Castelfuerte en 1724 y la liquidación del régimen colonial en 1824). No se trató, por cierto, de un movimiento lineal y progresivo hacia la modernización del aparato fiscal, sino de un proceso complejo, marcado por continuos avances y retrocesos, tanto en la concepción del régimen impositivo (elección de un sistema fiscal progresivo o regresivo), como en la misma estructura burocrática del erario. El resultado final fue fundamentalmente negativo, pues la administración hacendística no respetó los derechos de propiedad de los súbditos y procedió a una política de exacción brutal de todos los grupos sociales que conduciría, eventualmente, a un ambiente de malestar social y, peor aún, a la efectiva descapitalización del aparato productivo peruano al final del régimen colonial. Ni siquiera la política borbónica de modernización burocrática fue totalmente exitosa, pues los sectores conservadores lograron truncar algunas innovaciones interesantes, tales como la transferencia de mayores competencias fiscales a los intendentes o la introducción de un sistema contable moderno (la contabilidad de doble entrada), cuya vigencia duró apenas tres años (1784–1787). Así, para fines del período colonial, la Real Hacienda colonial se había convertido en un