Población, producción agraria y mercado interno, 1700-1824 | 39
indígenas en condición de colonos, arrendires o yanaconas. De modo que establecer un prototipo de hacienda es un método de poca utilidad para el análisis de la historia económica.26 En el vocabulario del siglo XVIII referente a las propiedades agrarias, es necesario tomar en cuenta la realidad sectorial y regional, así como las variantes locales. Los términos hacienda y chacra se asocian, por lo general, a la producción agrícola; mientras que las estancias y los ranchos se relacionan con la ganadería. En efecto, en el área de Lambayeque, las estancias se refieren claramente a una explotación ganadera y las haciendas a una agrícola.27 No obstante, en la sierra de Piura, encontramos esta misma nomenclatura, aunque sin atribuciones tan definidas en términos productivos, pues no se distinguen por su tipo de producción, sino por su tamaño, de manera que las estancias piuranas son explotaciones rurales más pequeñas y menos valiosas que las haciendas. En el valle de Jequetepeque, el cambio del término estancia por el de hacienda significó una transición secular que indicó el paso de una reducida inversión a una valorización de la tierra, gracias a la inversión en canales de regadío, la mejora de las instalaciones y la roturación del campo.28 En el área limeña, en cambio, usada en la práctica como sinónimo de hacienda, la palabra chacra puede referirse tanto a propiedades que contaban con decenas de esclavos y una extensión considerable, como a unidades más pequeñas y casi sin esclavos.29 Asociada al problema de qué hay tras nombres como “hacienda”, “estancia”, “chacra”, está la cuestión de las dimensiones de la propiedad agraria. La medida de superficie habitual era la fanegada, pero no se trataba de una medida estandarizada, antes bien tenía variaciones regionales. Así pues, en el área cuzqueña equivalía a 144 varas por 288 varas castellanas, es decir, 28.978 m2 (aproximadamente 29 hectáreas). Igual relativismo presentaban las medidas de origen prehispánico que se aplicaban a las parcelas indígenas: el topo (en el Cuzco equivalía a unos 4.608 m2), mientras que la papacancha, utilizada para medir tierras frías dedicadas al cultivo de papas, correspondía aproximadamente a 400 varas cuadradas.30 La dimensión de la propiedad no puede considerarse al margen de las condiciones ecológicas que hacían a la tierra productiva y, por tanto, valiosa. Como ejemplo, tomamos las siguientes haciendas, propiedad de la orden jesuita, ubicadas principalmente en el Cuzco. En el cuadro 11, se aprecia con claridad un rasgo común a la gran propiedad en la sierra: el alto porcentaje 26. Mörner 1975: 17-18. 27. Ramírez 1991: 14-15. 28. Burga 1976: 110. 29. Vegas 1996: 163-184. 30. Rostworowski 2005.