84 | Magdalena Chocano
III. Mercados y actividad comercial Hablar de mercado parece llevar implícita la idea de libertad de los participantes. En el caso colonial, esta presuposición requiere ser matizada. Existía un mercado, pero no era el “libre mercado”, ya que en la época colonial había mercancías peculiares: se comerciaba con esclavos y con prestaciones de servicios forzosos por parte de la población indígena. El Estado establecía monopolios de los que se beneficiaban los consulados de comerciantes, en especial el Consulado de Lima. En el interior, los curas y autoridades civiles, sin distingos, solían convertirse en agentes de este comercio monopolista centrado en Lima y capturaban determinadas zonas para adscribirlas a dicho circuito exclusivo. La noción de “mercado interno en el espacio peruano” ha sido utilizada para entender el entrelazamiento de zonas de producción dinamizadas en los siglos XVI y XVII por los centros mineros en auge, en especial Potosí. En el siglo XVIII, estas conexiones comenzaron a disgregarse. Sin perder totalmente su influencia, los centros mineros no fueron ya los únicos “polos” de atracción de mercancías, pues asumieron también ese papel las ciudades que experimentaron un mayor crecimiento y más capacidad de consumo. Esta tendencia coexistió con la fragmentación como consecuencia de la creación de nuevos virreinatos en el siglo XVIII y culminó con el surgimiento de Estados nacionales en el siglo XIX.94 La fragmentación y la diversidad regional fueron factores importantes de la economía colonial. A ello, es necesario agregar que el modelo empresarial estaba condicionado por la extrema vulnerabilidad de las vías de comunicación, las variaciones climáticas y los altos costes del transporte, lo cual impulsaba a los empresarios a asegurarse un buen nivel de autoconsumo, fomentado también por las limitaciones de la circulación dineraria. En el siglo XVIII, se produjeron procesos de desarticulación de circuitos comerciales tradicionales y se articularon otras redes de intercambio alrededor de los centros urbanos.95 El Estado colonial tuvo un papel crucial en la incorporación de la población aborigen al mercado al imponer tributos en moneda y trabajo forzado remunerado en metálico. También se involucró en un sistema de licencias, privilegios y monopolios mercantiles que, aunque no crearon un mercado libre, sí promovieron el surgimiento de circuitos externos e internos de larga duración. Se produjo, por tanto, una combinación entre circuitos libres y circuitos controlados. El llamado “repartimiento mercantil” que afectó a la gran mayoría de provincias peruanas encarnó el papel dirigista del Estado en la constitución del mercado. Este sistema fue concebido como una especie de acción para el “bien 94. Assadourian 1982: 133-134. 95. Haitin 1986: 291.