Destinos de colegiales
La educación de las elites indígenas en el Perú colonial
El visitador quería pasarle a la cárcel eclesiástica del pueblo de Mitto bajo acusación de brujo e idólatra. El procurador Real de naturales, don Melchor de Caravajal, suplica al arzobispo que no deje que se ejecute la voluntad del visitador que pondría en peligro la vida de su cliente. Juan Picho corría efectivamente el riesgo de ser matado, como habían matado a dos de sus indios que no quisieron deponer contra él. Insiste en la gran diferencia que hay entre la cárcel eclesiástica y la cárcel civil. A pesar de su cepo y grillos, es más segura para la vida del cacique, la cárcel eclesiástica siendo más cruel «aflitiva y [puede] darle más en que merecer yrrespecto». Denuncia el «mucho odio y mala voluntad, y esta de tiempos mui atrasados». El defensor considera más prudente que su parte se quede en la cárcel de su pueblo, fuera del alcance del visitador, y pide al arzobispo que encargue la causa de idolatría a otra persona desinteresada. Lo que obtiene. En 1693, Juan Picho queda totalmente absuelto. Estos episodios de su vida permiten vislumbrar el ambiente de los pueblos andinos donde la posesión de los cacicazgos, los intereses encontrados, la corrupción, fomentaban odios a muerte. El personaje del visitador, saturado de su poder, es casi caricaturesco. Pero aquí no se presenta el caso del cacique aliado del corregidor contra sus indios sino todo lo contrario, y la justicia eclesiástica de Lima que tenía que zanjar el asunto tampoco dio la razón al visitador. O sea que tenemos un cuadro algo distinto de lo que se suele encontrar. Juan Picho había sido alumno del colegio del Príncipe donde ingresó en agosto de 1650. Venía del repartimiento de Lurinhuanca y es verosímil que fuera aceptado después de que Gerónimo Limaylla desapareciera del colegio. Se ignora cuánto tiempo se quedó en él; pero pudo quedarse el tiempo reglamentario, puesto que hasta 1673 don Bernardino era oficialmente cacique de Lurinhuanca aún si otro gobernaba en su lugar. Es difícil establecer a ciencia cierta una relación entre la educación que recibió de los jesuitas y su gobierno, lo cierto es que aparece como un buen cacique, que no se deja engañar y sabe defender los derechos de sus indios con cierto valor frente al muy poderoso visitador.
4. Don Rodrigo Rupaychagua Rodrigo que aparece en la lista de colegiales en 1634 era hijo de Simón Rupaychagua, el primero de los futuros caciques que entraron al colegio del Príncipe en 1618. Este último, a su vez, era hijo de otro Rodrigo Rupaychagua, cacique gobernador de Guamantanga, quien dejó en 1619 un testamento (BNP, Manuscritos: B 784). Simón era entonces todavía menor de edad y fue Cristóbal Rupaychagua —tal vez su tío— quien gobernó hasta que saliera del colegio. Lo mismo se repitió con su hijo Rodrigo que también era menor a la muerte de don
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