Los caciques: entre encuentro y convivencia
La educación de las elites indígenas en el Perú colonial
de las ventajas que ofrecía la escritura, a saber el advenimiento de la Historia, la posibilidad de administrar con más seguridad la economía, la de adoctrinar, pero también la de defenderse mejor frente al poder colonial: «sepa hacer peticiones», precisa Huaman Poma. Es evidente que la escritura, desde el punto de vista de los españoles, permitía legitimar la Conquista. Además, la consideraban como la prueba tangible de su superioridad y así lo proclamaron desde los primeros contactos con aquellas sociedades que la desconocían (Mignolo, 1992). Era esta una idea que ni siquiera los mejores defensores de los indios ponían en tela de juicio. Los predicadores hacían del libro el instrumento de la Revelación y esto es lo que expresa Joan de Santa Cruz Pachacuti en el episodio del mancebo y con la palabra grande. Pero los indios, al aceptar penetrar en esta cultura de lo escrito, hacían más que obedecer a los dominantes, entendían que para resistirles, o para integrarse mejor en la sociedad colonial, era tan importante apoderarse del libro y de la pluma como de los caballos y armas de fuego. Es lo que dice implícitamente Huaman Poma, y es lo que iba a ser problemático. Los textos indígenas aquí citados pertenecen todos, salvo la información de Tito Cusi, a las primeras décadas del XVII. ¿Qué cambios había sufrido la nobleza indígena en el espacio de casi un siglo de colonización? Hace falta remontarse a los tiempos prehispánicos para apreciarlo y medir la adaptación que tuvieron que efectuar estas elites.
2. De una educación a otra Lo que se puede deducir de los estudios comparados de las crónicas, de las visitas, y de las excavaciones arqueológicas, lleva a considerar que la elite, en tiempos de los incas, era bastante numerosa, muy jerarquizada y ejercía su poder de control según una repartición decimal de la población. Sabemos también que el Tawantinsuyu se impuso sobre un mosaico de sociedades de desarrollo desigual, lo que supone tipos de poder distintos, desde el sinchi* que el ayllu elegía por su valentía, hasta el curaca principal que heredaba el título de su padre o tío. En 1582 el corregidor Andrés de Vega hizo una descripción de la provincia de Jauja, conforme a una instrucción de molde con unas preguntas precisas del Rey sobre esta provincia y sus moradores. Los caciques huancas contestaron a la decimocuarta, que antes del Inca «nunca fueron sujetos a nadie, mas que en cada uno de estos repartimientos tuvieron y conocieron por sus señores a los indios mas valientes que hubo». Los trabajos de la arqueóloga Sue Grosboll muestran cómo, también en la región de Huánuco, el sistema de herencia se adoptó bajo la dominación de Cuzco, lo que según ella facilitaba la educación de los futuros curacas (Grosboll, 1993). Sin embargo, lo que también muestran estas excavaciones es que fuera del pueblo donde residía el curaca principal no se nota
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