Monique Alaperrine-Bouyer
si se hubiera aplicado siempre los principios de las primeras constituciones. En realidad, sabemos que lo fueron muy poco tiempo y que no resistieron a la animadversión de las clases dirigentes. Sin embargo, los colegios de caciques sobrevivirían todavía hasta la Independencia.
12. Las prometedoras cédulas reales a fines del periodo colonial
270
Estas cédulas, que debían marcar un viraje decisivo en la educación de los caciques después de la expulsión de los jesuitas, prometían la igualdad de los nobles indios con los españoles en las carreras religiosas, militares y civiles. ¿En qué medida se aplicaron? Los estudios que ofrecían los colegios de caciques concernían sobre todo las carreras religiosas y en menor grado de leyes y militares. Uno de los colegiales del Príncipe, Vicente Jiménez Ninavilca, logró ser procurador de su nación en la Audiencia (O’Phelan, 1997: 61), fue él quien intervino en el litigio sobre los uniformes del colegio bajo el nombre de Ninavilca. Un Vicente Quispe Ninavilca aparece en la lista de los colegiales en 1779, como cacique del repartimiento de Huarochirí. El colegial que fue arrestado en 1783, después de Fernando Thupa Amaru, bajo sospecha de rebelión, se llamaba Vicente Ninavilca sin más (AGN, Temporalidades; Colegios: leg. 171). ¿Se trataría del mismo Vicente Quispe Ninavilca que ganaría grado de sargento mayor en 1822 (O’Phelan, 1997: 61)? Pero, en cambio no consta ningún Vicente Jiménez Ninavilca en la lista ni en los documentos consultados de Temporalidades, relativos al colegio. En cuanto a los otros casos de caciques abogados (Guibovich, 1990: 70; O’Phelan, 1999: 272), no fue posible localizarlos en San Borja, en el marco de la presente investigación. Las aperturas en materia de curatos se hicieron paulatinamente a partir de la década de los setenta, y conciernen, sobre todo al principio, a los hijos de caciques que habían sido alumnos de los jesuitas en Cuzco. Como se ha visto, hubo en el siglo XVIII ya algunos alumnos de San Borja, los más brillantes, que pudieron recibir una buena formación, completada en las aulas de la Compañía. No fue, en realidad, el caso de muchos sino de los mejores y más nobles. Por supuesto, estos alumnos debían su éxito a la buena integración de sus padres en la sociedad, y sobre todo a su fidelidad al Rey. Tres de los linajes más importantes del Cuzco lograron colocar a sus miembros en el clero colonial con un presbítero y dos doctrineros (O’Phelan, 1995: 63). También don Bernardino Pumacallao se presenta en 1776 como hijo legítimo del cacique gobernador maestre de campo Marcelo Pumacallao, colegial becario de San Bernardo, donde estuvo seis años estudiando artes y teología, graduándose de: «doctor en dicha sagrada facultad. Insiste en su linaje de caciques sin mezcla ni infeccion alguna y pide que le admitan en virtud de la Real