Experimentos y tanteos
La educación de las elites indígenas en el Perú colonial
Capítulo 2 Experimentos y tanteos
A medida que iba avanzando la Conquista, había que evangelizar masivamente a los indios, y en un principio, los sacerdotes eran muy pocos. Entre las primeras soluciones estuvo la de mandar a los hijos de caciques a España para que volvieran a sus tierras con toda la capacidad de buenos evangelizadores. Una cédula real de 1526, que no fue obedecida, ordenaba que veinte hijos de caciques fuesen enviados a la península (Osorio Romero, 1990: XVI). Pero con la extensión del territorio conquistado, y la consiguiente multiplicación de los jóvenes por educar, esta solución se volvió imposible. Más práctico era formar un clero indígena sobre el propio terreno. Los caciques serían los más eficaces para obtener la conversión de sus indios, por la autoridad que gozaban sobre ellos. Por esto, las cédulas reales recomendaron que los religiosos encargados de una doctrina educaran y dieran de comer a sus hijos. También —reiteradamente— ordenaban que se establecieran escuelas en los conventos y en los pueblos. Pero faltaba tiempo para edificar iglesias y conventos. Algunos frailes como el mercedario fray Martín de Victoria en Quito, no esperaron que se acabara para aplicar la ley. Este religioso enseñaba la doctrina y la gramática a los niños de los nobles indígenas en su casa (Hartmann & Oberem, 1981: 106). Otra posibilidad era poner al niño de seis o siete años al servicio de un fraile o del cura para que éste, a cambio de su asistencia le educara en la religión, enseñándole la doctrina, a leer y a escribir. El caso en el Perú de Gerónimo de Limaylla (véase cap. 7 en este volumen) es ejemplar en ese aspecto. Su padre había rechazado a otro
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