Constantino El Carnicero
en donde le sería entregado un pliego petitorio. Introducir armas al recinto era un sacrilegio y Julio César era intocable por su dignidad de Pontífice Máximo; sin embargo, fue agredido y ya en el suelo se volcaron los Senadores sobre él, propinándole 23 puñaladas, de las que -según Suetonio- solo una era mortal. A este historiador se le atribuye también registrar la última frase de Julio Cesar, dirigiéndose a Bruto: “¿Tú también, hijo mío?”.
Inicios del Cristianismo
L
os primeros cristianos fueron los desposeídos, que incluso vivían en cuevas. Esto provocó que el Imperio Romano los relacionara con delincuentes y los persiguiera más como tales que por sus propias creencias. Al principio de nuestra era, Roma estaba poblada por más de 1 millón de habitantes, los soldados que regresaban traían las más diversas creencias de los lugares conquistados, de forma tal que la religión más practicada al inicio del cristianismo era la de Mitra, el dios solar traído de Persia y de la India, y ningún seguidor de esa deidad era perseguido.
En la actualidad hace falta el ujier que jale la túnica. Es común que en el ejercicio del poder se pierda el piso. Ha pasado desde hace muchos siglos y hoy día desafortunadamente lo volvemos a vivir. El canto de las sirenas sigue flotando en nuestro ambiente político.
El primer reconocimiento del cristianismo desligándolo
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