Eugène Dubois (1858-1940), a él nos referimos, había obtenido su título en 1884, pero lo suyo era la paleoantropología. Haeckel, desmintiendo a Darwin, había afirmado que el centro de origen de la humanidad estaba en Asia, para más precisión, en una porción continental hoy desaparecida bajo las aguas del océano Índico.41 El doctor francés, que conocía muy bien las ideas del profesor alemán, se alistó en el ejército holandés con el propósito de obtener un puesto como médico militar en las Indias Orientales Holandesas, y hacia allí fue en 1887 (estuvo primero en Sumatra y luego en Java, ambas en la actualidad pertenecientes a Indonesia) a la pesca de los restos de los primeros humanos.42 En 1891, con una puntería pocas veces vista en la historia de la paleontología, Dubois encontró lo que había ido a buscar: una rara forma fósil, entre humana y simiesca, muy próxima al pitecántropo imaginado por Haeckel. Dubois le aplicó el mismo nombre genérico acuñado por el viejo profesor, Pithecanthropus, dando a entender que se trataba del mismo mono-hombre concebido por este. A pesar del entusiasmo inicial de Dubois, su hombre de Java, el Pithecanthropus erectus, no logró entusiasmar a los evolucionistas. Tampoco hubo una opinión unánime sobre su posición en el árbol filogenético de los primates. Mientras que la mayoría de los alemanes vio en el pitecántropo a un antropoide con rasgos humanos, solo los americanos aceptaron la opinión de Dubois de que se trataba de un ser transicional, importante en términos evolutivos, un auténtico eslabón, un hombre-mono. Al final, los ingleses terciaron en el debate y resolvieron con diplomacia la cuestión dictaminando que los restos fósiles correspondían en efecto a un hombre con rasgos simiescos… pero no a un eslabón perdido.
Hombres-mono de las pampas Florentino Ameghino también imaginó seres humanoides ancestrales, aunque a diferencia de Haeckel –quien, recordemos, se basó sobre todo en datos embriológicos–, el sabio nacido-Dios-sabe-dónde pero criado sin dudas en Luján, provincia de Buenos Aires,43 empleó un procedimiento distinto para concebir los suyos. Su método de la seriación, expuesto en su libro Filogenia de 1884, es un modo simple de reconstruir (precisamente) 41 Como vimos en el capítulo iv, Darwin había afirmado que ese origen se hallaba en África, como finalmente quedó demostrado, aunque de pura casualidad. 42 En realidad, Dubois ya tenía noticias de hallazgos en ese lugar (Moore, 1957, p. 238). 43 Aún se discute el lugar exacto del nacimiento de Florentino Ameghino. Algunas fuentes lo dan por nacido en Génova, Italia, otras en Luján, República Argentina. Ameghino siempre se consideró un lujanense.
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