con exactitud el número de pares de cromosomas que tienen esos insectos. En definitiva: este es el gran aporte de Morgan a la biología, el que lo hizo merecedor del premio Nobel en 1933 (de Fisiología y Medicina, ya que no hay Nobel de Biología). Otro historiador de la biología, Garland Allen (1986), de la Universidad de Washington en Saint Louis, piensa que a partir de Morgan los estudios sobre herencia y desarrollo tomaron caminos distintos (los estudios evolutivos y los experimentales ya estaban divorciados a partir de Bateson). En efecto, con Morgan comienza a verse que es posible dar cuenta de los patrones de transmisión hereditaria prescindiendo del desarrollo, es decir ignorando lo que sucedía entre genotipo y fenotipo. Por supuesto, esto no quiere decir que Morgan se haya desentendido por completo del desarrollo, pero es cierto que su programa de investigación se basó casi con exclusividad en la transmisión hereditaria (Waters, 2004). Deberán transcurrir más de cincuenta años para que la genética se reconcilie con la morfología, el desarrollo y la evolución, en particular con lo que el genetista ruso Yuri Filipchenko (1882-1930) llamó en los años 20 la macroevolución (lo veremos más adelante en este mismo capítulo).
Darwin, cada vez más cerca En definitiva, el darwinismo novecentista anterior a la primera fase de la ts era no mendeliano. Los postulados de Darwin parecían ser incompatibles con las leyes del padre jardinero. Al estar el mendelismo vinculado con la variación discontinua, los darwinistas lo rehusaban. A su vez, los primeros mendelistas (Bateson, de Vries, Morgan, en un principio) rechazaban el darwinismo, en parte por las mismas razones. El darwinismo era cosa de biometristas que ponían el foco en la variación continua (Bowler, 1985, p. 46). Estos, justo es decirlo, hicieron mucho por la genética poblacional (antes de que esta fuese reformulada en los términos del mendelismo), al destacar la importancia de las pequeñísimas diferencias en el seno de las poblaciones (la variación cuasicontinua) por sobre las diferencias discontinuas que planteaban los mutacionistas. Indiscutiblemente, la existencia de la variación continua o cuasicontinua es un hallazgo de los biometristas, no de los mendelistas (Ridley, 1996, p. 14). Sin embargo, la herencia mendeliana pudo al final añadir la variación cuasicontinua, de modo que la escuela de los biometristas, más vinculada a la herencia por mezcla de fluidos, fue olvidada con rapidez. Será Morgan quien tornará aceptable para los darwinistas la genética mendeliana. Incluso más: a partir de él, la genética de poblaciones pasará a ser el enfoque central del evolucionismo. En efecto, esta joven disciplina 162 | Salgado / Arcucci