posibilidades presentadas a la selección natural no son ilimitadas; y 2) promoviendo cambios profundos, saltatorios (y constreñidos) del fenotipo (p. 337). En el primer caso, la selección interviene de manera positiva, aun disponiendo de un limitado número de posibilidades: justamente, las que le ofrece el desarrollo. En el segundo, la selección no interviene de forma creativa; no juega ningún papel en el surgimiento de una nueva forma: esta aparece más bien de golpe, a partir de un ligero retoque en el programa de desarrollo. En todo caso, la selección actúa de modo negativo, eliminando a la nueva forma si es inviable. La manera más práctica de crear un «monstruo esperanzado» es mediante un ligero reajuste al programa del desarrollo (Gould, 1982, p. 338). Bien; ya sabemos cómo crearlo, pero ¿cómo podríamos convertir a esa bestia solitaria en una nueva especie? Dicho de otro modo, ¿cómo podría un ser monstruoso como ese, originado mediante una única mutación individual, propagar sus genes en la población (pequeña y periférica)? ¿Cómo podría encontrar ese primer monstruo/a un/a monstrua/o con quien aparearse? El irlandés Wallace Arthur dio en 1984 una respuesta inteligente a esta pregunta. Dijo que si la mutación o mutaciones capaces de producir un monstruo eran recesivas podrían difundirse en las poblaciones y así también el fenotipo monstruoso (citado en McKinney y McNamara, 1991, p. 172). Suena lógico; de hecho, Fisher había explicado de forma parecida la difusión de todas las mutaciones novedosas, como vimos en el capítulo vi.
Héroes latinos de perfil bajo Menos conocido que Steve Gould es Pere Alberch (1954-1998), otro superhéroe de nuestro ámbito 2. Al igual que el neoyorquino, este biólogo catalán tuvo, según Arantza Etxeberría y Laura Nuño de la Rosa (2009), intereses amplios, desde la biología del desarrollo (específicamente estudió el desarrollo de los miembros en reptiles y anfibios) hasta la museología (fue director del Museo de Ciencias Naturales de Madrid). Sus aportes a la actual teoría de la evolución pueden resumirse en tres: 1) cambió las teorías jerárquicas estáticas del desarrollo por una concepción dinámica, cíclica e interactiva a través de modelos teóricos y experimentos; 2) sostuvo la relevancia de los estudios a nivel morfogenético y consideró a las morfologías como productos de complejísimas interacciones genéticas y epigenéticas; y 3) sugirió que algunas propiedades del desarrollo constreñían posibles vías de evolución en direcciones específicas al definir el rango de variaciones asociadas con ciertas formas; de hecho, fue Alberch de los primeros en desarrollar la noción de developmental constraint (Etxeberría y Nuño de la Rosa, 2009, p. 31). El evolucionista ibérico fue sin dudas un bicho raro. Estuvo siempre más interesado en las técnicas matemáticas que en las moleculares. Fue un 218 | Salgado / Arcucci