sus dos partes, «La economía de la vegetación», de 1789, y «Los amores de las plantas», de 1791) afirmó, diferenciándose de Buffon, que los órganos rudimentarios demostraban la evolución. Sin embargo, Erasmus no figura como antecedente de la evolución en la primera edición de El origen de las especies: solo se lo nombra como la persona que anticipó las ideas «equivocadas» de Lamarck. Recién en 1879, Charles Darwin escribirá una biografía de su abuelo, disfrazándola de prefacio al ensayo sobre Erasmus de Ernst Krause (por cierto, ese prefacio es más largo que el propio ensayo). Hay quienes ven en esta contribución un tardío intento por redimir la figura de su antepasado, figura que él mismo se había encargado de enterrar (King-Hele, 1963, p. 84). El reverendísimo Paley discutió las obras de Erasmus (no habría podido dejar de hacerlo, ya que el abuelo de Darwin era un autor muy popular), sin impugnar abiertamente sus ideas protoevolucionistas y citando sus trabajos en un contexto que no era contrario a la tn.34 La estrategia del sagaz Paley resultó, a la postre, muy eficaz: logró desactivar el protoevolucionismo de Erasmus sin desconocer sus méritos intelectuales, dejando a salvo su figura. De la Inglaterra de Paley y Erasmus crucemos por enésima vez el canal de la Mancha y regresemos a la Francia de Buffon a encontrarnos con Lamarck, su sucesor.
Lamarck y el evolucionismo francés Al noble Jean Lamarck los revolucionarios no lo guillotinaron como a Antoine Lavoisier (1743-1794), padre de la química moderna. Ni siquiera lo cesantearon; eso sí, lo reconvirtieron a la fuerza en zoólogo de invertebrados (siendo originalmente botánico) en el Museo Nacional de Historia Natural, más precisamente en el renombrado Jardín de las Plantas.35 Nunca le perdonaron su título de caballero. Un hijo de la revolución, Napoleón Bonaparte, calificó a los librepensadores, a Lamarck entre ellos, como una banda de imbéciles (Gershenowitz, 1980). Nuestro héroe predarwiniano no fue una persona muy querida. Lamarck fue el primero en proponer una teoría de la evolución más o menos coherente. Antes de él, a lo sumo, se aceptaba que las especies de un mismo género habían degenerado de un antepasado común (como vimos que pensaba Buffon). A partir de él, la evolución comprenderá a obstante, para una opinión distinta ver Goulding (2002). 34 Por su parte, Erasmus siempre se cuidó de mostrarse como un ateo. 35 En realidad, fue designado profesor de insectos y gusanos, las dos categorías linneanas en las que en ese entonces se dividían todos los (actuales) invertebrados (Gould, 2000, p. 142). Los revolucionarios también reconvirtieron a Geoffroy en zoólogo de vertebrados, cuando originalmente era geólogo mineralogista (Moore, 1957, p. 75).
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