Estamos aquí ante un Lamarck adaptacionista (o en todo caso adecuacionista) que da prioridad a la función o utilidad sobre la forma. La «conformación adecuada» de los pies humanos se obtiene a partir de un cambio de hábito (comenzar a andar sobre las patas posteriores), lo que a su vez surge de una nueva necesidad, vinculada a nuevas circunstancias. En definitiva, para Lamarck, las nuevas necesidades son, al menos en el caso de la locomoción humana, el factor desencadenante de la evolución. El modelo lamarckiano funciona razonablemente bien para el surgimiento del diseño humano, pero su aplicación a nivel de raza resulta forzada, por decirlo con suavidad. De hecho, la característica racial por excelencia, el color de la piel, siempre fue mejor explicada desde el ambientalismo (la acción directa del ambiente, por ejemplo, los efectos de la radiación solar) que por el mecanismo lamarckiano del uso-herencia (leyes 2 a 4).
Fijismo en todas sus variantes A mediados del siglo xix había al menos tres modos de fijismo: 1) el estructuralista de los filósofos de la naturaleza alemanes y franceses; 2) el adaptacionista de los teólogos de la naturaleza (de origen inglés y prevaleciente en ese país, pero con fuerte presencia en el continente), basado en el argumento del diseño; y 3) el funcionalista del francés Cuvier, internalista como el primer modo, pero más centrado en principios de organicidad interna que en leyes de la forma o en planes organizacionales. Por supuesto, no siempre (con seguridad, nunca) esos tres modos de fijismo se presentaban en estado puro. En Louis Agassiz (1807-1873), en concreto, están los tres. En efecto, este geólogo-paleontólogo suizo adoptó algunas nociones de Cuvier –por ejemplo, su clasificación de los animales en cuatro ramificaciones–, las mezcló con ciertos elementos del estructuralismo –como la teoría de la recapitulación, para él aplicable solo dentro de cada una de esas ramificaciones–, y lo batió todo con un poco de teología de la naturaleza, tomando de esta última, entre otras cosas, la visión direccionalista del registro paleontológico. Agassiz tomó conocimiento de la filosofía de la naturaleza en 1827 en la Universidad de Munich, donde siguió los cursos de Oken (Gould, 2010a, p. 56). En los años 30 estudió anatomía comparada con Cuvier, y en los 40 formuló junto a Buckland la teoría glacial, de claro perfil catastrofista.40 Como buen discípulo del profe de Oxford, reconocía la intervención, en todas las fases de la historia de la tierra, de una voluntad creadora que obraba en virtud de un plan preconcebido. 40 En la provincia argentina de Santa Cruz existe un glaciar que lleva el nombre de Agassiz.
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